¿QUÉ ES COLOMBIA?

No sabemos por qué nunca en nuestra sanguínea y brusca historia nos hemos sentado a filosofar si quiera cinco minutos en ¿Qué es Colombia? Y fácilmente saldrían a relucir tantas definiciones y conceptos que, de momento a otro, serían válidas. 

Somos un sueño imposible. 

Cada día, la guerra nos mata y la política nos envilece y nos polariza; parece ser que la guerra y la política son dos fuerzas terroríficamente cohesionadas para causarle el mal a Colombia (mal llamada República porque ni siquiera somos libres soberanos e independientes).

La primera época escolar, la primaria, enseña que Colombia es un hermosísimo país de tres cordilleras; dos mares; climas fantásticos; ¡puerta suramericana! y otras excentricidades. Aun, los maestros de escuela enlodan a los jóvenes con ese cuento de caperucita roja sin decirle la verdadera definición de Colombia: que somos un país enardecido; embrutecido; mutilado mental ¡y de cafres! -como lo decía en tiempos de mandatario el Dr. Darío Echandía-; amnésico, conformista y sobretodo violento. Parece ser que la estadía española, en aquella época de La Colonia y La Conquista no sólo nos volvió violentos sino también ¡aviones! Si, ¡aviones! Porque si algo aprendimos muy bien de la pandemia de la "Madre Patria" fue a robar y a engañar a la hora de negociar. 

Es que España ¡sí que nos desbancó pero de todo! Antes, no nos robaron el nombre de país que hoy poseemos bueno, allá también hay un Santander y un Cartagena. 

Los maestros deben decirle a sus alumnos que éste país tan hermosísimo como ellos lo pintan en los pizarrones no es tan lindo como creen; está degradado y cuasi venezolanizado; infestado de paros agrarios, campesinos y cafeteros; invasiones guerrilleras (o disidencias armadas del hoy dizque partido FARC); paramilitares o bandas criminales "bacrim"; inseguridad; criminalidad; pobreza; limitaciones en el acceso a la educación y salubridad pública; inexistencia de la Carta Magna y unos seres homúnculos dizque políticos casi parecidos a Maduro o a Ortega. 

Parecemos crucificados diciéndole al de arriba que nos perdone porque no sabemos lo que hacemos. Incluso, que nos perdone por no saber votar y por ser tan extremadamente imbéciles.

Triste pero, en realidad, mundialmente somos el país narco-guerrillero o narco-paramilitar. Tenemos que cargar a nuestras espaldas la bendita imagen de la "Virgen de los Sicarios" como realidad inmortal porque eso también es lo que somos: ¡sicarios! Mejor dicho, en el argot vulgar popular, "lava perros". Da pena decir en los aeropuertos que uno es colombiano incluso, se llega al descaro de decir que "Uribe es el Presidente" a ver si dejan pasar el viajecito de cocaína. Ahí sí que peor. 

¿En qué estamos? 

Ante una evidente perdida de la moral, de la democracia ¡y de todo! Un país sin falta de oportunidades, hambriento y deseoso de armar cartelitos de la contratación porque eso saca de pobre a cualquier testarudo simple bachiller como el recordado Emilio Tapias "El Hombre de las Carreteras” como decía el fallecido cantante vallenato Diomedes Díaz. Retrocediendo el pasado, acordémonos que a Bogotá ese carrusel la dejó vuelta pedazos... Se pensó que la Aveinida 26 jamás la íbamos a ver.

Y de medios de comunicación ¡ni hablar! 

No hay nada más absurdo que ver en un país subdesarrollado dos canales privados idiotizantes, esclavos de la panacea uribista, cuando en otros países de América Latina hay cuatro, cinco y hasta seis canales privados de televisión. Igual, emisoras de radio y prensa sectaria haciendo delitos a hurtadillas como la malversación de la información, la injuria y la calumnia. 

Claro, es de recordar que siempre nos hemos caracterizado por disociadores, chismosos e hipócritas. Verdad, este país parece que lo hubiese gobernado por primer vez Judas. 

La información es manipulada, mostrada a medias violando cuan principio legal tengan en frente, todo es rating y dinero. Y novelas, seriados y programas son una anticultura dentro de la sociedad; quieren ver la verdadera "satanización de los medios", recomiendo que vean los extravagantes contenidos de programación de los canales privados, hasta la apología del homosexualismo y la delincuencia común con la Negra Candela y otros es un gigantesco apogeo. 

¡Ni la rectificación la conocen los periodistas!

¡Ay política! No podemos hablar de una verdadera frase llamada política cuando el Estado Social de Derecho colombiano es utópico; cuando las garantías constitucionales carecen de decisión y desequilibrio estatal y más aún, cuando el poder de tomar decisiones es terriblemente asociado con la corrupción y los desgastados espectros políticos de la derecha y la izquierda. 

No podemos hablar de política en un país permanentemente polarizado a causa de las anteriores administraciones o la notable evidencia de no saber como régimen democrático establecido por la actual Constitución por cual individuo de la especie humana –no ungidos llámense Álvaro Uribe o Iván Duque, por ejemplo- o colectividad política votar aunque, no faltará el que este 27 de Octubre salga a ejercer su derecho al sufragio a favor del esquizofrénico Centro Democrático. La ambivalencia no nos deja y más si los votos son comprados "con veinte mil pesitos o un tamal con una refrescante colombiana"

La política en el país es sinónimo de guerra, corrupción e hipocresía para no ejemplarizar más sinonimias que respectan en cuanto a la “política nacional”. Ese es el tipo de política que nos dirige hoy día quizás desde la era de la Colombia Independiente de Bolívar. 

Los últimos años para el país no han sido muy congratulados. A la llegada de César Gaviria Trujillo a la presidencia de la República para el periodo 1990-1994, se ideó con firmeza la transnacionalización económica, el abatimiento del narcotráfico y la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en derogación de la Constitución de 1886. 

A pesar de la caída de Pablo Escobar y el pronunciamiento oficial de la Constitución Política de 1991, lo que no se logró fue un acuerdo firme de paz con las FARC para dar un cese definitivo al conflicto. 

Con Ernesto Samper (1994-1998), el país no se vio gobernado sino defendido por las acusaciones permanentes que se lanzaban en contra del Jefe de Estado por sus presuntos vínculos con el narcotráfico teniendo en cuenta que Samper debió controlar la crítica situación financiera y política en la que se encontraba Colombia en su periodo. 

Para 1998, Andrés Pastrana es el nuevo Presidente cuya proposición fue reabrir puertas extranjeras (cerradas durante la Administración de Ernesto Samper). Un fallido dialogo de paz con las FARC y un Plan Colombia que nunca se compartió nacionalmente, fue el detonante para considerar la mediocridad y la corrupción de las “ideas pastranistas”.  

El fenómeno paramilitar ascendía constantemente en Colombia. Las Autodefensas Unidas de Colombia de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso imperaban en varias zonas del país; no obstante, en la gobernación de Antioquia presidida por Álvaro Uribe Vélez (1995- 1997), se dio a conocer el fenómeno de las “Convivir” concebidas como cooperativas de seguridad pero desvirtuadas en su tiempo de implementación las cuales promovió durante su mandato local. Las Convivir, por consiguiente, pueden denominarse como organizaciones paramilitares gestoras de graves crímenes de lesa humanidad.    

En 2002, Álvaro Uribe es elegido presidente de los colombianos. En su Gobierno más que promesas, fueron las palabras con las cuales tocó el corazón de un pueblo hastiado. Prometiendo no un dialogo con las FARC sino más bien una política de exterminio, la Política de Seguridad Democrática (PSD), fue una estrategia que simple y llanamente se estableció en territorio nacional para que los colombianos "pudieran salir en paz a las carreteras" en compañía de tanquetas, Ejército y Policía Nacional. 

A eso, miles de súbditos colombianos, seguidores de la línea ideológica de Uribe, aún le llaman "Era de Paz".   

Eso no es todo. 

La espuria reforma del Art. 197 de la Constitución Nacional relativo al Presidente de la Republica (2004), le daría paso a un segundo mandato el cual, por tiempo, es el más corrupto en la historia política de este país. Siendo así, aún son muchos quienes creen de forma invidente en sus leguleyadas y bastardas mentiras. Basta con mirar los penosos sucesos en los que envolvió al país: ChuzaDAS; Falsos Positivos; Para-política; Farc-política; Yidis-política; Agro Ingreso Seguro (AIS) y su consentido ex ministro, hoy convicto Ándres Felipe Arias, y así otros de mayor envergadura. 

¡Es para darnos bendiciones! 

Lo anterior, fue la declive de un gobierno fascista de ultraderecha dictatorial. 

Y vendrían, claro está, sus candidatos Juan Manuel Santos e Iván Duque, el primero tal vez el Presidente de los Acuerdos de Paz ¡y de Odebrecht!; el segundo, un mero subpresidente a su merced. En fin, resulta imposible en Colombia hablar de la frase política cuando la democracia es convencida con lo material; cuando la hipocresía política impera dentro de nuestra legislatura; cuando ex presidentes boicotean a como de lugar el proyecto de pacificación que tanto necesita este país y revolotean con dementes comentarios pareciendo esto la cocina de Palacio. 

No llamemos a un país político cuando son los mismos con las mismas quienes siempre tendrán las de ganar; cuando ciudadanos conformistas y amnésicos votan por el mismo de hace cuatro, ocho o doce años; no nos denominemos como una sociedad política cuando el país atraviesa una inminente división, una guerra de nunca acabar, un arrepentimiento electoral por no saber elegir. 

Razón tenía el comediógrafo español Enrique Jardiel Poncela al expresar que "...los políticos son como los cines de barrio, te hacen entrar y después, te cambian el programa...".  

Esa es Colombia. 

La cada vez más parecida al cangrejo: de para atrás. Nunca adelante. ¡Es que ni política poseemos! ¡Ni pensamiento! ¡Nada!. Somos entes jugando a filosofías ingenuas donde imaginamos la Colombia del Futuro. Imaginamos un país lleno de oportunidades, valeroso, pacifico y emocionado de cambio.

Lo que le depara a nuestro país no es el solo hecho de pensar que mentes limpias traten de cambiar totalmente el sistema; es, más bien, pensar si toca volver a reinventarnos como otra Colombia y otra ciudadanía para lograr ser una Nación muchísimo mejor que la que habitamos.

Coletilla. Apreciados lectores, saquen ustedes sus propias conclusiones. 

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