LA MOSCA: DEGRADACIÓN COLOMBIANA

Ensayo del cine como realidad a través de las películas colombianas La Virgen de los Sicarios (1999) de Barbet Schroeder, La Sierra Documental (2004) de Margarita Martínez y Scott Dalton y Sumas y Restas (2005) de Víctor Gaviria.

En Colombia, el cine, más que una actividad artística, se ha convertido, en los últimos años, en generador masivo de las peores catástrofes -más que los movimientos telúricos que sucumben la tierra-, que haya vivido este país desde los memorables asesinatos de Rafael Uribe Uribe en 1914 y Jorge Eliécer Gaitán en el recordado 9 de abril de 1948 y el esplendor de "El Bogotazo" hasta la caída del narcoterrorista Pablo Escobar en 1993 y el posterior surgimiento del narco-paramilitarismo a mediados del noventa. 

Tener que recordar las historias de guerra, balas, narcotráfico y hasta cadáveres a causa del conflicto armado, desde el séptimo arte, es como volar en el tiempo y ser testigos, como las moscas, de la podredumbre que invierne a un país viviente de ladronzuelos donde, fácilmente, permea la corrupción, la guerra y la delincuencia común. En parte, eso retrata un cine comercial dónde lo estético se pierde por completo. Entiéndase estético en ese armazón de lo artístico que, a duras penas, lo reemplaza el efecto especial de las puñaladas y las matanzas. 

Antes de entrar en materia con los filmes La Virgen de los Sicarios (1999) de Barbet SchroederSumas y Restas (2005) de Víctor Gaviria y el documental La Sierra de 2003 dirigido por Margarita Martínez y Scott Dalton, reflejemos una pequeña retrospectiva de lo que ha sido el Cine Nacional a través de los tiempos.  

1904: El cine regresa a Bogotá. 27 de febrero. Después de una larga ausencia producida por la Guerra de los Mil Días, el cine regresó a Bogotá con la presentación del cinematógrafo Pathé en el Teatro Colón de Bogotá. Se proyectaron imágenes de la Pasión de Cristo, La vida de los bomberos americanos, Viaje a la luna, La cenicienta y La coronación de Eduardo Vil. La función se realizó a beneficio del lazareto de Agua de Dios, gracias a la gestión del sacerdote Rabagliati, director del leprocomio quien convenció a los empresarios Julio Pocalema y Emilio Spósito de ofrecer una función. El Cinematógrafo Pathé viajará ahora a las Antillas y después regresará al país.

1913: Cine para ColombiaEl diario de los Di Doménico. Los hermanos Di Doménico crearon la Sociedad Industrial Cinematográfica Latinoamericana (Sicla), que exhibe y produce material cinematográfico, entre los que se destaca el Diario Colombiano de Francisco Di Doménico. Para este documental se filman acontecimientos cotidianos en las calles de Bogotá, que se procesan en la noche y se exhiben al día siguiente. Sicla inició el rodaje de historias fantásticas como La hija del Tequendama.

1915: Cine colombiano. Junio. Se estrenó en Bogotá La fiesta del Corpus y de San Antonio, película producida por los Hermanos Di Doménico.

1925: La provincia también se hace presente. El cine colombiano quiere despegar. La industria cinematográfica de Colombia quiere arrancar definitivamente y este es un buen año para esa aspiración. El mismo equipo que triunfó con Aura o las violetas el año pasado, es decir los hermanos Di Doménico, estrenó el 27 de mayo Como los muertos, protagonizada por Matilde Palau y Agustín Sen, basada en una pieza teatral de Antonio Álvarez Lleras. Los Di Doménico, que tienen sus estudios en la trastienda del teatro Olimpia de Bogotá, también produjeron El amor, el deber y el crimen, un filme con un fuerte tono socialista. El 13 de junio, y después de siete meses de trabajo, terminó de filmarse Bajo el cielo antioqueño, cuadro de las costumbres de la alta sociedad de Medellín, dirigido por Arturo Acevedo y con cámara de su hijo Gonzalo. Empresarios caleños filmaron Tuya es la culpa y Suerte y azar, con actrices, técnicos y equipos importados. Con el auspicio de la Sociedad de Mejoras Públicas de Pereira, Máximo Calvo y Alfonso Mejía Robledo codirigieron Nido de cóndores. En Manizales, Samuel Velásquez adaptó para el cine su novela Madre y Félix Restrepo dirigió el documental Manizales City. Finalmente, el empresario santandereano Félix J. Rodríguez realizó Alma provinciana, basada en uno de sus relatos.

1968: Cine nacional. Carlos Álvarez filma Asalto, y Fernando Vallejo, El 9 de abril.

1996: Cine colombiano. CINCO PELÍCULAS nacionales se estrenaron este año. Algunas corrieron más suerte que otras, pero todas constituyen un intento por hacer despegar la estancada cinematografía nacional. Sergio Cabrera rodó Ilona llega con la lluvia, basada en la novela de Álvaro Mutis; Patricia Cardoso se ganó el Oscar a la mejor película universitaria con El reino de los cielos; Jorge Alí Triana dirigió Edipo alcalde; Ricardo Coral filmó La mujer del piso alto, y Ciro Durán hizo La nave de los sueños.

Con esto es más que suficiente para plasmar el desarrollo de la cinematografía en Colombia, los aportes de cada uno de los directores en los contenidos artísticos y temáticos de cada película y, por supuesto, subrayar el año de 1925 como el inicio de un cine preparado y visionario en búsqueda de la nueva perspectiva audiovisual y de los comentarios nacionales e internacionales. 

No significa que la anterior mirada a esta breve exposición cronológica del cine colombiano sea un ejemplo más de la degradación, al contrario, es un aporte con sentido cultural a lo que ha significado la proyección de películas en el país a partir de comienzos del siglo XX.

Pertinentes indagaciones datan que La Virgen de los Sicarios dirigida por el franco-iraní Barbet Schroeder, se estrenó en el año de 1999, a propósito, un año que lo describió de esta forma El Tiempo: Recesión económica. Fin de siglo: Colombia sigue en guerra. El país termina el siglo de la misma manera como empezó en 1900: en guerra. Además atraviesa la peor crisis económica de su historia. Colombia finaliza el siglo XX sumida en una profunda recesión. De ser uno de los países más prósperos de la región pasó a afrontar serias dificultades. A la crisis económica se suma la social, expresada en una guerra endémica. Aunque podría pensarse que no todos los colombianos están involucrados en el conflicto de manera beligerante, la guerra afecta a todos. La guerra entre paramilitares y grupos guerrilleros se recrudeció. El paramilitarismo se extendió a casi todo el país, asesinó a más de 500 personas y causó desplazamiento de poblaciones. La guerrilla impuso las retenciones masivas o “pescas milagrosas” estableciendo retenes en las carreteras o, como ocurrió, el 30 de mayo en la iglesia La María, de Cali, y con el avión de Avianca, el 12 de abril, cuando fueron secuestrados sus 46 ocupantes que viajaban de Bucaramanga a Bogotá. Hay un proceso de paz que no se solidifica. 

Basada en la novela del antioqueño Fernando Vallejo (publicada en 1994) -y quién se ha declarado homosexual-, La Virgen de los Sicarios retrata el contexto social de una Medellín involucrada en los asesinatos diarios de sus habitantes causa de las pandillas de la época. Si la definición del Diario El Tiempo es magistral, la película se estrena en un año donde no todo era color de rosa y más cuando regía los destinos de la patria un linfático gobierno carente de decisiones. Enmarca la película un ventanal de guerra, conflicto y asesinatos. 

Ambientada en los comienzos de la década del noventa, es un film de fuertes controversias porque muestra, de una parte, el conflicto, el sicariato de esquina a esquina; y en otro bando, el fuerte homosexualismo y las críticas que se veían venir por dibujar a Medellín como “tierra de delincuentes y maricones”.

El fomento de ese cine recrudecido se verá expuesto en el nuevo milenio. Basta con mirar desde los portales de vídeo en internet la horrífica Toma a Mitú (Vaupés) por parte del grupo terrorista de las FARC pareciendo una verdadera película de acción y que generó, en su momento, desgajo de lágrimas de sangre por parte de la población civil al ver la crueldad, la tiranía y el dolor que causaban las ametralladoras, los fusiles, las balas y la inocencia de niños y adolescentes. A pesar de que la toma se dio a fines de la década del noventa, más exactamente en un temeroso Noviembre de 1998, es visualizar más que una toma guerrillera, un largometraje de la desidia que ha padecido Colombia desde hace décadas donde las moscas, nuevamente, testigos de los brutales acontecimientos, rondan en los cadáveres y en el aspecto degradado de un país manchado de sangre producto de las masacres. 

¿Qué más ejemplos necesitan los directores de cine para retratar nuestra amoral realidad? ¿No se conforman con los infames recuerdos que ha causado el conflicto a lo largo de los tiempos? Acaso, ¿No son también películas –no de ficción-, los atentados terroristas y la constante violencia? Insistiendo por lo anterior que, las moscas, serán las espectadoras de un antiético cine que nos recuerda lo que somos y nuestra actual realidad. 

Un país de matones, narcotraficantes y testaferros invadido de muertos por los ajustes de cuentas y las matanzas del conflicto interno armado. 

La invención de un cine reflexivo, sería una excelente propuesta cinematográfica donde las nuevas tendencias audiovisuales se alejen, de veras, del pasado oscuro del cual Colombia no ha podido escapar, donde se deje de pintar de manera abyecta la idiosincrasia del colombiano y donde los largometrajes sean vistos desde unas perspectivas sociales ya como un cine más histórico, más documental enfocado en la historia, en los personajes tradicionales y hasta en el desarrollo del país desde siglos pasados.

El avance del nuevo milenio produjo el conocimiento de otras cintas donde, más que la ponderación del conflicto, lo sexual, las drogas y lo vulgar hacían parte de la producción. Películas como María Llena Eres de Gracia (2004) bajo la dirección de Joshua Marston, Rosario Tijeras (2005) de Emilio Maillé (basada en el libro del escritor colombiano Jorge Franco), absurdeces como El Colombian Dream (2006) dirigida por Felipe Aljure Salame, Perro Come Perro (2008) de Carlos Moreno o La Sangre & La Lluvia (2009) de Jorge Navas, configuraban otra mirada para mostrar la realidad social. 

A mediados de 2004, Margarita Martínez y Scott Dalton presentan a Colombia el documental La Sierra originado en las Comunas de Medellín y cuyo trabajo se inició a lo largo de 2003. El conflicto armado se hace presente cuando integrantes del denominado Bloque Metro enfrentan al grupo paramilitar Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)Una vida intranquila causa de la violencia y las pandillas, hace que las muertes se acumulen en pleno territorio. 

No tiene nombre que en las paredes de dichas comunas se plasmaran emoticones como ¡Vivan las AUC! ¡Vivan los paramilitares! ¡Bloque Metro! El protagonista de la odisea, "Edison", es asesinado al final del documental encontrándose su cadáver en una de las calles de la comuna. 

Tratándose del fenómeno del paramilitarismo, el documental, de igual manera, hace alusión a la famosa desmovilización -para muchos improvisada-, que se dio a partir de la Ley de Justicia y Paz o 975 de 2005 que dictó disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios. 

Implementada durante el primer mandato de Álvaro Uribe Vélez, donde reinaba "la panacea" de la Seguridad Democrática, se creyó en la ilusión de que por “abolir” el paramilitarismo, también surgiría una posible desmovilización con los grupos guerrilleros acogiéndose a esa misma ley. Como no fue así, lo que produjo posteriormente la desmovilización paramilitar fue la consumación de las denominadas Bandas Criminales (Bacrim) siguiendo el camino del microtráfico, las armas y el descuartizamiento de seres humanos pero, sobre todo, para algunos ciudadanos, el poder desenmascarar el verdadero sentido de esa Seguridad Democrática, principio primario del Estado Comunitario con el cual Uribe logró la presidencia de la República. 

Más que falsos positivos y masacres como la de San José de Apartadó en 2005, perpetrada entre miembros de las fuerzas militares y las Autodefensas, todo dentro del marco de la mal llamada Seguridad Democrática, plasma el Documental La Sierra el combate a sangre y fuego por el territorio y la terrible inseguridad e inestabilidad social por la que pasaba el país permitiéndose la lucha armada entre humanos para salvaguardar sus conjuntos. 

No es la elaboración de una exposición de política solo, es evidenciar la estrecha relación del cine como realidad y la temática política.

En 2005 se estrena Sumas y Restas, película dirigida por Víctor Gaviria. La cinta, basada en la época de los ochenta -apogeo de los carteles de la droga-, es la historia de un ingeniero civil que en busca de recursos económicos para no paralizar la obra de un edificio en Medellín, busca la ayuda de un señor mafioso dueño de un taller de mecánica fachada de su ilícito. Aunque se involucra en los negocios del "traqueto", su vida familiar se verá destruida al caer deplorablemente en la droga y las mujeres voluptuosas. 

Una película que retrata el dinero fácil, narcotraficantes y sicarios, también es muestra de la espiral de la violencia que por años ha consumido a este país.

Se entiende que las películas colombianas han sido premiadas. 

Eso es indiscutible. 

El talento de los actores, las locaciones, libretos y postproducción, hacen un trabajo sobresaliente. Como también es entendible que las cintas cinematográficas están basadas en libros y novelas de autores reconocidos. O los documentales, unos basados en contextos sociales y otros en contextos históricos. Lo que se discute es la forma en que se retrata el país.

Si los contenidos programáticos de los canales privados de televisión, por simple rating, basan sus producciones en delincuencia común como la presentada en Pandillas, Guerra y Paz o la historia de los Hermanos Castaño “Tres Caines”, o la de "Gacha", o la de Escobar o la conocida Bazurto conjugándose el dinero fácil y la prostitución, entonces también se está satanizando el cine nacional cuando productores y directores plasman monotonía al presentar prospectos de los que hace 20 años noticieros imitadores del terror le muestran al país, donde los informativos son el simple asesinato, atentado terrorista, trata de blancas y asaltos callejeros. 

Esa es la realidad colombiana: una realidad donde a los traquetos se les llama “señores mafiosos”; “patrones”; donde la cocaína y el ir de “mula” por ganarse unos pesitos de más destruyen la vida con el precio de perder la libertad en las cárceles americanas; donde la percepción de las ametralladoras y las armas en manos de niños y jóvenes es sinónimo de cargar lapiceros, cuadernillos y colores en sus mochilas; donde el panorama de burdeles y prepagos para el extranjero es visión del "sexiturismo" y la consecución de la prosperidad para todos es vista en Europa en las motos y las pistolas como ganancia para el pan de cada día. 

Se reitera una y otra vez que el cine colombiano debe ser un cine donde las perspectivas sean diferentes; no politizado y sumergido en conflicto y sexo; más documentalista e histórico; donde no se tenga que vulgarizar la imagen de la mujer colombiana prostituida y desnuda en cabarets o burdeles, el vocablo, obviamente, Colombia no es país de santos –¡ni el expresidente tampoco!, claro está-, pero la imagen cinematográfica debe cambiar rotundamente. 

Coletilla 1. Pueda ser, que cinematecas nacionales y distritales, directores y productores, conviertan el cine no en propuestas tergiversadas pero sí en algo donde resurjan los flujos culturales.

Coletilla 2Tenebroso sería que nuestra oración dominical fuése la del sicario cuando clama: ”...Fe del carbonero. Por la gracia de San Judas Tadeo, que estas balas de esta suerte consagrada den en el blanco sin falta. Y que el difunto, no sufra. Amén…”.

REFERENCIAS

Casa Editorial El Tiempo – CEET. (2000). Cien Páginas. Siglo XX a través de El Tiempo. (1ª. Ed.). Bogotá: El Tiempo.

Ménégoz, M. (Productor) & Schroeder, B. (Director). (1999). La Virgen de los Sicarios. [Cinta cinematográfica].

Martínez, M. (Productora) & Dalton, S. (Director). (2004). La Sierra. [Documental].

Mejías, F. (Productor) & Gaviria, V. (Director). (2005). Sumas & Restas. [Cinta cinematográfica].

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