¡ENCONTRÉMOS LA FRANJA AMARILLA!
Antes de la última reflexión sobre ¿Dónde está la franja amarilla?, quiero referirme a lo sorprendente que es encontrar conceptos de la talla de los diarios El País de España o Milenio de México los cuales definen, de manera crítica y cierta, -a la vez-, un sobresaliente texto sobre la desestabilizada sociedad colombiana y los respectivos panoramas que aborda el autor sobre la Nación; nación a la que pertenecemos y por la que, al fin y al cabo, como lo propone William Ospina a lo largo de su libro, y en magistral conclusión, apoyada de los grandes ideales de Estanislao Zuleta ambos, con una impecable conciencia de país, subraya que somos nosotros mismos quienes tenemos la obligación de cambiar nuestro modelo ciudadano, nuestro rumbo, nuestro pensar de la mano de una cultura adquirida desde los nuevos referentes del lenguaje y los símbolos incluso, desde una renovada visión sociológica que coadyuve a las decisiones del futuro para el bienestar de La República (si es que nos podemos denominarnos, hoy día, libres soberanos e independientes).
Una excelente definición es la de Verticales de Bolsillo, sello editorial del Grupo Editorial Norma para América Latina la cual, describe de forma sucinta y de la siguiente manera la postura radical de Ospina en su texto ¿Dónde está la franja amarilla?
William Ospina interpreta los males, carencias y debilidades que agobian a Colombia. Encuentra en la simulación la actitud más corrosiva de la identidad del colombiano y en la inequitativa distribución de la riqueza los orígenes de la violencia y la perversidad de un Estado que sirve más a intereses particulares que a los de la comunidad y a la búsqueda de la prosperidad para todos. La falta de legitimidad de los gobiernos y la poderosa influencia de fuerzas al margen de la ley provocan el lúcido cuestionamiento que Ospina hace de la democracia en Colombia.
Si bien, lo anterior es una demostración veraz de lo que aún sucede en Colombia por el desvanecimiento de los aparatos del Estado, la politiquería y el mismo pensar democrático, cabe también, citar, las opiniones de los diarios El País y Milenio respectivamente sobre un libro generador del llamado cambio social urgente. En dos cortas definiciones, El País de España retrata lo siguiente:
1.) Es un texto que propone el redescubrimiento del territorio, del lenguaje y de la diversidad de razas.
2.) Ospina, en parte discípulo de Zuleta, hace una disección descarnada de la sociedad colombiana. Habla de la falta de un verdadero proyecto nacional desconocido por una clase dirigente oscurantista, cerrada, que se dedica a la rapiña. Fustiga a un Estado que no les brinda garantías ni protección al ciudadano y al que le falta compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad.
Para resaltar una opinión más, Antonio Ortuño, periodista del Diario Milenio de México presenta una breve definición del autor así:
William Ospina es uno de los autores fundamentales de la lengua española de hoy día. Esta frase, aparente exageración digna de un discurso de banquete, es justificada por la infatigable calidad de sus escritos. De la poesía al ensayo, del artículo a la novela, Ospina es capaz de convertir en estética, en altísima estética, prácticamente todo lo que aborda. Dejemos a un lado las recomendaciones de contraportada que le hizo Gabriel García Márquez y que algunos toman por principal signo de su calidad. No: Ospina, como todo escritor de su altura, es mucho mejor leído directamente que comentado por quien sea.
Lo anterior, enmarca la postura de Ospina y, por consiguiente, la proposición del cambio social urgente que necesita Colombia desde hace décadas; el trabajo por parte de William Ospina de profundizar sobre nuestra situación social no sólo consiste en la crítica al Estado o a los grupos dominantes o dirigentes que mandan, que ponen -entiéndase en un sentido ampliamente político-, que son, en parte, dueños del país; en la consecución con afán de ese Proyecto Nacional que reordene el país en todos sus ámbitos es, por igual, un trabajo de repensar el país, de filosofarlo desde un sentido humano y preguntarnos, a conciencia: ¿Qué es Colombia? ¿Quién tiene la culpa de la desgracia por la cual estamos pasando? Y ¿Quién o quienes, de verdad, tienen la llave del cambio?
Sobre los últimos ensayos del escrito, incluso de gran importancia en la comunidad (como lo son Sobre Bogotá y Estanislao Zuleta: la amistad & el saber), son varias las cosas que hay que retratar y poner en práctica como, por ejemplo, las reflexiones de Zuleta para la nueva mirada de Colombia a partir de las concepciones culturales y filosóficas sea en un sentido social o de lenguaje y, obvio, ¿como buscar y de qué forma esa Franja Amarilla puesta en nuestra bandera, dividida horizontalmente en tres franjas y que simboliza la riqueza de nuestro suelo?
Sobre Bogotá.
Bogotá es la Capital de la República, una dependiente –no independiente- República polarizada y desangrada a causa de las guerras y las masacres continúas. Cualquier diccionario histórico provee de información precisa al lector pero más si se ajusta a la fecha en que William Ospina escribió este ensayo Sobre Bogotá (1996), incluido en su texto.
En esa época, Bogotá era definida de la siguiente manera:
Capital de la República de Colombia y del Departamento de Cundinamarca, a orillas del río del mismo nombre. Centro principal del país desde los primeros tiempos de la Conquista. De 120.000 habitantes a principios de siglo, cuenta hoy 5.884.000 habitantes en el área metropolitana (bogotanos). Su vida comercial e industrial es activa. Posee excelentes servicios públicos y medios de transporte. Aeropuerto. Universidad. Biblioteca, Escuela de Bellas Artes, Conservatorio de Música. Arzobispado. Fundada por Gonzalo Jiménez de Quesada en 1538, llamóse primero Santa Fe de Bogotá y fue Capital del Virreinato. Constituye, desde 1954, un Distrito Especial, cuyo Alcalde Mayor es designado por el Presidente de la República.
Lo anterior ha cambiado de una manera trascendental.
Aunque sigue siendo la capital de un país inestable en todos sus ámbitos, la población ha crecido más de los 5.884.000 habitantes que integraban el territorio en 1996. Hoy, se desconoce la cifra exacta de cuantos habitantes tiene Bogotá. Se asegura que son más de los 7 millones.
Pasamos de ser un Distrito Especial a un Distrito Capital; nos llamamos Bogotá D.C., aunque por Constitución, Bogotá es un Régimen Especial por ser la Capital de los colombianos; se le denomina, aún, Santa Fe de Bogotá como si existiese el virreinato; desde 1988, mediante reforma administrativa, elegimos popularmente a nuestros alcaldes (el primero de ellos, Andrés Pastrana, equívocamente, Presidente del país-), y el concepto de la "Atenas Suramericana" por sus centros universitarios está totalmente perdido.
No sólo los cuerpos académicos reconocidos en Latinoamérica y el mundo han hecho recaer a Bogotá; también por tener deficientes servicios públicos, decaimiento en el paisaje urbano y la pésima implementación de los medios de transporte. Pero eso no es todo: unas políticas de izquierda derrotadas tajantemente en el poder por corrupción y otras por la propuesta -llamémosla venidera- del cambio total. Incluso, haber elegido en 2012 exguerrillero proponente de ese cambio nos costó la paralización de la ciudad. Más que un pecado, fue tomada la decisión de los bogotanos en las urnas como descomunal e inadaptada.
Lo normal, y en un país fragmentado por la coyuntura, es tratar de descontaminarnos de los temas políticos que tanto aburren y producen más que infelicidad, decepción.
La transición de Bogotá comienza desde el aspecto frívolo de ciudad colonial a la era del gaitanismo y el recordado Bogotazo. De ahí, basta con preguntarnos si los procesos no tanto políticos pero si industriales y culturales sirvieron, también, como modelos generadores de nueva ciudad.
Preocupa, sobre todo, la falta de una cultura ciudadana que haga del ciudadano más que un ser común y corriente, respetuoso y decente con sus gentes y su propia ciudad.
En la fecha que Ospina retrata a Bogotá en su ensayo, teníamos un Alcalde no político pero si iniciador de la transformación de Bogotá a partir de la educación y la cultura. Mockus, el civista del último siglo, enseñó que eran las cebras, las calles, los semáforos, el medio ambiente y hasta la contaminación en murales y postes de electricidad. La gente tenía educación en una década reemplazada por el nuevo milenio donde esa cultura se convirtió en la pérdida total del urbanismo.
Estanislao Zuleta: la amistad & el saber.
Estanislao Zuleta, hombre autodidacta, un intelectual que dedicó toda su vida a la academia, propone que para cambiar la forma de pensar de los colombianos es a través de una filosofía que inspire, motive a meditar un nuevo país donde, la prosperidad para todos, y la consecución del Proyecto Nacional del que tanto recalca William Ospina, no sea en término "garciamarquiano" un mero realismo mágico sino una oportunidad para un país vinculado estrechamente al inconformismo, al "todo vale" (legado del uribismo) y, sobre todo, al país de cafres del que siempre y tristemente somos.
Cuando El País de España contextualizó el pensamiento de Ospina en tres puntos redescubrimiento del territorio, del lenguaje y de la diversidad de razas, Zuleta pone en práctica la corriente intelectual del estructuralismo para aplicar no sólo la filosofía del lenguaje como constructora de los espacios de interacción sino, también, del nuevo territorio y los nuevos modos del pensar ciudadano.
De igual manera, sobra decir que infiere también la filosofía social que interpela la cuestión de la realidad entre individuo y comunidad.
Para Estanislao Zuleta, los cambios sociales están en un orden social, en las realidades entre individuo y comunidad y en la inclusión del lenguaje como elaborador de futuros espacios de interacción.
Ahora la pregunta es ¿Cómo encontrar esa Franja Amarilla?
Lo necesario es aplicando los conceptos de William Ospina y el pensamiento estructuralista de Zuleta porque de lo contrario o el país cambia cuando llegue el verdadero líder social capaz de implementar una reforma nacional que reordene los estamentos del Estado Social de Derecho e insista en la culturización de las personas a través del cambio social o lo que nos depara es la reinvención de otra Colombia para que seamos una Nación muchísimo mejor de la que habitamos, donde podamos defender a cabalidad nuestro suelo, nuestro territorio, nuestras riquezas y nuestro nuevo pensar democrático impermeable de la usurpación y la infeliz política aliada de la guerra que tanto mal nos ha causado.
Coletilla. Apreciados lectores, saquen ustedes sus propias conclusiones.
Comentarios
Publicar un comentario