DISCREPANCIAS PARLAMENTARIAS
Pésimo antecedente para la democracia colombiana
(si es que tenemos algo de país democrático), que un recinto como el Congreso
de la República, encargado de legislar, esté convirtiéndose en un escenario
donde, al estilo de una cocina, las sirvientas se sacan los cueritos al sol.
En resumen, si Antonio Caballero Holguín,
reconocido periodista e intelectual colombiano, retrató perfectamente desde su
magna obra Historia de Colombia y sus Oligarquías (Crítica, 2018),
a través de una caricatura la violencia liberal conservadora de los años
cincuenta, del siglo pasado, -desde el parlamento-, entonces, hoy la violencia
política es incuestionable entre el extremista partido de Gobierno Centro
Democrático -con Uribe a la cabeza-, y el actual Senador de la Colombia Humana,
Gustavo Petro Urrego.
Bien sabidos son los improperios por parte de los
seguidores de Álvaro Uribe y Gustavo Petro desde unas convulsionadas redes
sociales, (Twitter, por ejemplo); a punta de envanecimientos, rebaten quien es
mejor o peor. Pero, en el parlamento, la situación es bastante delicada pues
los aspectos que conciernen al debate propiamente político son a otro precio,
inclusive con la presencia de los famosos cara a cara o un Senador sirvienta
como máximo defensor de su más eterno Presidente como ningún otro porque, para
los uribistas, (empezando por el sub presidente Iván Duque), ¡Uribe es un
“Presidente eterno”!
También me quedé esperando el golpe; sabrán los
lectores a que episodio por cierto bochornoso me estoy refiriendo.
Las denuncias convertidas en verdades por parte del
Senador Petro envilecen al partido de Gobierno que, en vez de comportarse como
un grupo político, ojalá significativo, parecen una guerrilla o, al mejor
estilo de un inepto venezolano, como Nicolás Maduro, acuden a la blasfemia como
único método de defensa y argumentación. Recuérdese el tan redundante
"sicario, sicario, sicario".
Lamentable.
O ese acto hostil al llamar a la desobediencia
civil cuando golpean los atriles cada vez que la oposición diserta sus diferencias
políticas, no tiene límite. O la gritería del ya mencionado Senador sirvienta o
las lamentaciones de las senadoras Cabal, Valencia y Holguín cada vez que se
sienten aludidas por algún tema político que, como en muchas tesis, tocan
directamente al jefe natural del partido Centro Democrático, ¡que de
democrático no tiene absolutamente nada!
Y del partido FARC (Fuerza Alternativa
Revolucionaria del Común), ni hablar. Bien sabidos son los insultos monótonos
que reciben sus miembros a diario. A tenor de sus siniestros actos como actores
fundamentales del conflicto, tal vez son merecidos pero cansan.
Petro y Uribe posiblemente no imaginaron
encontrarse en el Congreso, pero sus diferencias, también expuestas desde
Twitter, pasaron al plano personal y, claro, como es costumbre en un país
supremamente camorrero y pasional, anda expectante de lo que pase entre ambos
personajes políticos como si fuese un aliciente de paz; al contrario, agudiza
la polarización social e incita al reavivamiento de la otrora época de La
Violencia esta vez entre furibundos uribistas y quienes piensan distinto.
Así las cosas, no vaya a ser que la discrepancia política
pase a un acto mayor e inesperado como un asesinato en aniquilamiento de la
diferencia.
Coletilla. El
Senador sirvienta es Carlos Felipe Mejía del Centro Democrático cuya implacable
“oratoria” siempre estará acompañada de prosopopeyas y soserías, pero basada en
conocimiento ¡jamás!
Comentarios
Publicar un comentario