ASÍ DEBERÍA CONSTRUIRSE LA PAZ

En pleno Proceso de Paz entre la guerrilla de las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército Popular) y Juan Manuel Santos Calderón durante su periodo como Presidente de Colombia, valió la pena retratar, mediante un sucinto ensayo, la necesidad de construir la paz en favor de la sociedad colombiana y la no viabilidad del uso de las armas para acabar con un conflicto armado que infestó al país de sangre y dolor por más de cincuenta años. 

A pesar de que han pasado algunos aspectos luego de la firma final del Acuerdo de Paz concretado en La Habana (Cuba) y que no pueden pasar por desapercibidos como la escapatoria injustificada de “Márquez” y “Santrich” o la conformación de disidencias armadas, actos estos que han conllevado a la indiferencia social y al aturdimiento político de parte de sectores radicales, opuestos a la paz, aún puede insistirse en que “Así debería construirse la paz” (en cursivas): 

Decía Manuel Osorio: “Paz… quimera que el egoísmo del hombre realizar quiere, sin mirar que nace y muere en guerra consigo mismo”. Y en efecto, varios gobernantes han utilizado la anterior frase para hacer notar en sus administrados una construcción justa de la paz. Gobernantes que, a propósito, confunden el sinónimo de paz con guerra sin pensar en el bienestar general de la sociedad.  

Las armas no son el camino correcto para acabar con el conflicto; el sendero a utilizar para edificar la paz es la utilización de la filosofía social definida como la reflexión sobre el sentido y la naturaleza de la sociedad y sobre los principios de un posible orden social; como también sobre la cuestión de la realidad entre individuo y comunidad y sobre el problema de lo social como fin en sí o como medio. 

Precisamente, el mayor anhelo de los pueblos mundiales es la paz. Pero para que ese anhelo sea realidad, los pueblos mundiales deben aplicar de manera pluralista esa política que coadyuve a la integración de la tranquilidad como una de las cuantas definiciones que tiene la palabra paz. Si un país no sostiene guerra con ningún otro, la adaptación de la filosofía propuesta no sólo está teniendo en cuenta las posibilidades del ordenamiento social, sino que la apertura de la paz se enfoca en las oportunidades venideras que tendrán los individuos y en los resultados fructíferos que deje el proceso de la reconciliación como el desarrollo de las economías que tanto favorecerían a las naciones del mundo. 

En el caso colombiano, el Gobierno Nacional propone una filosofía social a partir del mecanismo de la participación democrática como lo establece la Constitución Política de Colombia de 1991; si refrendar el Acuerdo de Paz por parte de los nacionales es un acto de la consecución de la paz, estaríamos ante la decisión de conseguir esa tranquilidad que por más de seis décadas el conflicto interno armado nos ha quitado. Estaríamos sumergidos ante la ideología implementada por Gandhi cuando buscó una fórmula para derrotar al enemigo bajo el principio de “la no violencia” llamándola recién la descubrió “el abrazo de la verdad” o satyagraha.  

Si la consecución de la paz por parte de los nacionales mediante ese “abrazo de la verdad” se logra, entrarían dos conceptos a entender: primero, que lo establecido por la Constitución Nacional sobre la paz que enmarca: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, tendría una razón institucional profunda porque al alcanzar el apoyo de la paz por medio del voto popular, el derecho tendría una mayor representación constitucional y democrática; y segundo, que la paz en Colombia sería entendida como una paz positiva porque es aquella que no sólo tiene que ver con la ausencia de guerra o de armamentismo, sino que está relacionada con la forma como viven los seres humanos. La paz positiva hace referencia a la ausencia de todo tipo de violencia, pero reconoce que el conflicto está presente en todos los momentos de la vida. 

Para una construcción justa de la paz debería tenerse en cuenta la no violencia. La no violencia representa la lucha contra la injusticia y personalidades como Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela la pusieron en práctica. Este principio enmarca seis parámetros que reflexionan sobre el cómo obtener la paz sin crear daño alguno dentro del conglomerado social. Las pautas de la proposición dicen: 1.) La no violencia es un modo de vida para personas valientes; 2.) La no violencia entraña un esfuerzo integral por lograr la conciliación en el mundo; 3.) Atacar las fuerzas del mal y no a las personas que hacen el mal; 4.) Evitar la violencia espiritual interna tanto como la violencia externa física; 5.) La no violencia es la afirmación de la dignidad humana; y sexto, la no violencia detiene la espiral del odio.    

Es llamar más a la violencia el sentido de acabar la guerra con la guerra. Sociedades latinoamericanas colonizadas por los españoles, poseen aún pensamientos radicales, sanguíneos (como el caso nuestro) y no hay indicio exequible alguno que penetre un cambio social en las humanidades cuyo pensamiento sea socializador y filosófico. Es entendible que sociedades, así como la nuestra, han vivido del derramamiento de la sangre y se traduce la vivencia violenta como civilizaciones que a través de los años mantienen firmes sus posiciones en cuanto a la abolición total del conflicto y la integración de la paz.  

Puede lograrse ese cambio social, ese cambio de pensamiento cuando se entienda que varios intelectuales sostienen que la paz es defendible con la razón más no con las armas e, incluso, como algún día expresó el novelista alemán Thomas Mann: “…La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz…”. 

Coletiila. Apreciados lectores, saquen ustedes sus propias conclusiones. 

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