LA ULTRA-VIOLENCIA
Año 71. Década dorada del rock con exponentes de la talla de The Rollings Stones y Rod Stewart; incluso, el jazz con Louis Armstrong marcaban una influencia artística preponderante en una década de cambio. Pero, de igual manera, no sólo marcaba influencia en los públicos sino en opiniones y criticas: La Naranja Mecánica bajo la dirección de Stanley Kubrick, una película que marca la controversia entre lo religioso y las juventudes de la época. Y se encarga, por cierto, de mostrar el maquiavelismo con que cierta pandilla de jóvenes actuaba de forma despiadada.
Por eso es ultra-violencia: No por tratar el tema sexual como una “mera diversión”; también, por caracterizar, de manera brusca, las violencias y los actos vandálicos. Un contexto dentro de la cinematografía visto como una crítica social; quizás, para otros, una exposición de la gravedad social y de la degeneración de las juventudes de ese momento.
La violencia que presenta la perspectiva del filme incitaba a la iniciación de actos aberrantes con sus victimarios. En sí, Naranja Mecánica muestra un tipo de cultura juvenil pero, a la vez, los alcances de esa misma comunidad. Es una caracterización de la agresividad y de lo impactante que puede llegar a hacer la visualización del descontrol humano. Es una historia compleja porque si bien es cierto que se aprecia una agrupación juvenil, son también desadaptados sociales que de alguna u otra forma buscan el hacer daño. El abuso sexual y la violencia mancomunal son parágrafos duramente criticados a Kubrick -incluso, llegando a ser censurada ésta producción en varios países-.
Modas y decoraciones son el resultado perfecto para ambientar la película dentro de una década más que artística, también era política. La resocialización surge a partir de un frustrado acto delincuencial el cual, el líder de la banda, sale desamparado por sus compañeros. En vez de ultra-violencia o, mejor, extrema violencia (como secuencia primaria de la película), empieza el proceso de reformación social donde interviene, incluso, las políticas de corte criminalista que infieren en la “nueva vida” de Alex. Aún más, no sólo son las políticas gubernamentales quienes intervienen por Alex; es, más bien, el sentido que producía la música de Ludwig Van Beethoven en la vida de éste.
Una vida más humana o, mejor, los sonidos de la música clásica como actor en la reflexión de los actos. En ese proceso reformatorio, Alex no solo acude a la religión como un consultor moral para que mediara en los conflictos que, en un pasado, marcaron su vida sibarita la cual llevaba con sus otros compañeros. Fue, también, esa resocialización la que lo llevó a volver a vivir los hechos oscuros que al igual cometía con los integrantes de la pandilla. Películas de los campos de concentración en esa Alemania Nacionalsocialista dentro del régimen de Hitler y escenas las cuales hacía en repetidas ocasiones con su grupo, lo llevaron a una regeneración dentro de la sociedad civil.
Un invento del Gobierno o no, llevaron nuevamente a Alex a las calles ya completamente regenerado pero encontrándose con grandes inconvenientes que, al defenderse, lo paralizaba los malestares producto de las terapias intensivas recibidas. Golpizas de ancianos y sus antiguos compañeros vestidos de agentes policiales, inclusive el recibimiento en su hogar, lo llevaron a tomar el camino del suicidio queriendo escapar de ese tormentoso pasado que lo perseguía.
Coletilla. "...Un director con una cámara fotográfica es tan libre como un autor con una pluma..." (Kubrick, S.).
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