LA REALIDAD DESDE LA SANGRE Y LA LLUVIA
Esa es la realidad de las ciudades; no es sólo Bogotá por ser la capital de un país subdesarrollado y tercermundista, (concepto éste atribuido por los norteamericanos y europeos. Lo son, también, todas las ciudades latinoamericanas donde, el espectro de las drogas, las armas y la prostitución, es una realidad social dentro del continente. Y, La Sangre y La Lluvia no sólo evidencia los peligros de calle, la significación de la noche o la vida nocturna: Muestra las experiencias y los peligros a los que estamos expuestos en esas vivencias.
Por ser una película colombiana tristemente nuestro material audiovisual enfoca su trabajo en el contexto maquiavélico y sanguíneo del cual no hemos podido escapar: El sicariato; el narcotráfico; el paramilitarismo; la violencia; el sexo; las drogas y, otros, hacen parte del cine colombiano. Que mal, que indeseable que en festivales de cine nacionales e internacionales (más el segundo), seamos conocidos por ese retrato social no productor de una educación; una conciencia; un cambio social; sino que, registra ganancias, dinero, premios por doquier (visto como una forma de reconocimiento y fomento a nuestra cultura cineasta) pero nunca tiene en cuenta al colombiano que reside en el exterior y que tiene o tenemos que cargar a nuestras espaldas las inferioridades del ser colombiano. Porque esa es nuestra realidad, es nuestro cine, pero, repito: Que mal parados nos deja en la internacionalización del séptimo arte.
Ahora, si nos vamos para la pantalla chica, hay tanto novelas buenas como malas pero desafortunadamente son más las malas que las buenas. El principio del noventa marcó una gran producción televisiva: La Otra Raya del Tigre (1993); La Fuerza del Poder (1993); Café con Aroma de Mujer (1994); Guajira (1996); Yo Soy Betty, La Fea (1999), etc., dieron grandes comentarios y vistos buenos del público; los dos mil, con El Fiscal, marcó un hito en la novela de drama y justicia.
Pero, las telenovelas malas impresionan y hacen imposible olvidar la crueldad creada por el narco-paramilitarismo de la década de los noventa. Si hoy vivimos una guerra llena de atentados, las novelas malas conjugan aún más el conflicto. Si no es la historia de Escobar es la de Gacha; si no es Bazurto, es el Cartel de Los Sapos y nos ufanamos o la egolatría impera cuando en Antioquia, -ejemplo-, admiran a Escobar sin percatarse del daño inminente que le hizo al país paralizando al Estado, arrodillándolo, ordenando asesinatos y atentados terroristas.
Todo es rating en los canales privados para la generación de dineros y compras de las producciones por parte de televisoras extranjeras.
No es por generar comparaciones sino poder dar cuenta de que, La Sangre y La Lluvia, maneja, en cierto sentido, las características por las cuales son ultra conocidas las películas obscenas colombianas en el Mundo.
Coletilla. La Sangre y La Lluvia fue estrenada en 2009 bajo la dirección del reconocido director de cine colombiano Jorge Navas y protagonizada por Gloria Montoya y Quique Mendoza.
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