TODO SE CURA CON AMOR

 Elegía a Miguel Ángel Russo (Lanús, Argentina, 9 de abril de 1956 - Buenos Aires, Argentina, 8 de octubre de 2025).

 

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No es que me esté matando del todo la tristeza como a Diomedes por la inesperada partida de su compañero, “Juancho”, denotada en el más profundo y sentido lamento vallenato, “Un canto celestial”.

 

Al contrario: invaden a mi ser una serie de sentimientos encontrados que han conllevado a unirme a la pena y el dolor que aún embarga a muchos, producto de la también inesperada partida del otrora glorioso entrenador de fútbol argentino, Miguel Ángel Russo, acaecida el pasado miércoles, 8 de octubre.

 

Sentimientos encontrados al recordar por unos instantes no más la gesta libertadora que, por allá, en 2007, alcanzó con su inseparable Boca Juniors de Argentina (a propósito, uno de mis equipos favoritos); y, “sin querer queriendo”, en alusión a la frase por antonomasia de uno de los más grandes personajes de la humanidad, don Roberto Gómez Bolaños, en personificación de su cuasi inmortal, “El Chavo del 8”, su huella, prácticamente indeleble, cuando tuvo a su cargo a Millonarios: sin sentido, la escuadra más odiada del fútbol colombiano (¿por qué?), pero con el cual estuvo a punto de lograr el bicampeonato en 2017 si no hubiese sido por la derrota que nos propinó en el Atanasio nuestro otro “archirrival de patio”, el Atlético Nacional de Medellín, en las semifinales del entonces Torneo Apertura, gracias a la anotación, ¡qué casualidad!, obra del exembajador, Dayro Moreno (hasta ahora, máximo goleador en la historia del fútbol colombiano con 373 anotaciones a cuestas) en un siempre “minuto de Dios” que, impajaritablemente, hace presencia (como la Virgen María) para traer a colación la conocidísima “suerte del campeón”.

 

Mientras mi santa madre sanaba de un cáncer de mama que estaba a punto de no querer curar (parecido al invocado en el himno de la vida, “Amor y control”, en la voz del soberano, Rubén Blades), este loco (Russo) en medio de una rueda de prensa y con la voz entrecortada, nos enseñaba como a sabio de que “todo se cura con amor”: había sido diagnosticado con un cáncer (tal vez, a punto de no querer curar), pero si mi madre denominó “esperanza” a tal enfermedad, “Miguelo” invocaba el amor. “¡Qué cosas, ¿no?!” (en alusión al término de “Quico”). ¡Qué mejor cura para ambos!, más cuando, sin pasársele por su mente, el entonces técnico “Albiazul” se coronó campeón en el Finalización, a la postre, contra nuestro otro archirrival, Santa Fe.

 

En alguna ocasión, recordó tal momento de gloria al expresar lo siguiente:

 

“…Con Millonarios dirigí las finales vs Santa Fé. Dos días antes había hecho quimioterapia. Gritaba como loco debajo de la lluvia. Mi oncólogo no entendía nada.

 

Fui un inconsciente, pero el hecho de ver rodar la pelota me sanaba más que los demás…”. (Fuente: @BolavipCo).

 

En cambio, papá no era que gritara como loco, aunque no entendía nada. ¿Cómo así? ¿Le ganamos el campeonato a Santa Fe? ¿Al fin vengaremos el 7-3 que hace “jijuemil” nos metieron? ¿¡Es enserio!? ¡Díganme que no es un sueño, por favor…!

 

No. No lo fue. Y, así y todo, de forma repentina, casi inexplicable, como si le hubiese entregado a nuestro Señor su propia vida por la de mi santa madre, mi finado padre descansó en la paz del Señor en un noviembre de 2019 con la satisfacción de haberse despedido de este plano terrenal, llevándose en su conciencia y corazón “azul, azul” el recuerdo de que nuestro glorioso equipo del alma, Millonarios, campeonó en su presencia hasta con la dicha incluida de que con la magna “mano amiga” de Russo obtuvo, en 2018, la Superliga de Colombia al vencer en el Atanasio a Nacional, 2-1, con doblete del paraguayo, Roberto Ovelar.

 

¿Ahora sí han comprendido el porqué de mis sentimientos encontrados?

 

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Aquel que entronizó desde lo más profundo de su alma el “todo se cura con amor”, al unísono, pues, fue, hasta su sensible fallecimiento, un “campeón de la vida” y, de paso, del fútbol, el deporte más popular del planeta, al desarrollar (desde 1975 a 1988) la totalidad de su carrera futbolística, en calidad de mediocentro, al interior del club, originario de su país, Estudiantes de La Plata, más conocido con el mote de “Pincharrata”, y el cual (con el mismísimo Russo en la nómina) se alzó con el Campeonato Metropolitano Soberanía del 82 y el Torneo Nacional de 1983, el primero, bajo la conducción técnica del campeón mundial (México, 1986) y subcampeón en Italia-90, Carlos Salvador Bilardo, y, el segundo, con Eduardo Luján Manera (q.e.p.d.) impartiendo instrucciones desde el banquillo.


Y pese a que entre 1983/84 hizo parte del seleccionado argentino que, en su momento, comandaba el ya citado legendario Bilardo, una lesión de rodilla terminó apartándolo de la nómina oficial que participó y campeonó, de paso, en la cita orbital “a la mexicana” con nombres de la talla de Fillol / Clausen / Passarella / Ruggeri / Brown (q.e.p.d.) / Cuciuffo (q.e.p.d.) / Burruchaga / Borghi / Valdano y el astro de ese tiempo, Diego Armando Maradona (q.e.p.d.).

 

Además, fue todo un resultadista de carrera:

 

Por citar algunas de sus tantas gestas durante 36 años en el ejercicio de su actividad deportiva, inició en 1989 su periplo como entrenador en el equipo de su ciudad natal, Lanús, el cual ascendió en dos oportunidades a la Primera División del Fútbol Argentino gracias a los campeonatos obtenidos en la Primera B Nacional (Temporadas 1989-90 / 1991-92). Y de nuevo (en uso del término de “El Chavo”) “sin querer queriendo”, al equipo de sus amores, Estudiantes, luego de que se alzaran con el Torneo Nacional B durante la temporada 1994/95.

 

Campeón del Torneo Clausura (2005) con Vélez Sarsfield, logró con tal escuadra el arribo a la fase semifinal de la Copa Sudamericana de tal lustro sin soslayar su máxima gloria en calidad de estratega: la Copa Libertadores de América (2007) luego de que su equipo, Boca Juniors, venciera en el global, 5-0, a Grêmio de Brasil y en cuyo partido de vuelta celebrado en el Olímpico Monumental de Porto Alegre su conjunto se alzó con el trofeo gracias al doblete del histórico, Juan Román Riquelme.

 

Pero eso no es nada: aparte de que ascendió a Rosario Central a la Primera División durante el desarrollo del campeonato de la Primera B Nacional (2012/13), de nuevo volvemos al tema “Millonarios” luego de que en el Finalización de 2017 (más exactamente un 17 de diciembre) logró sacarlo ¡campeón! en “El Campin” bajo un 2-2 contra Santa Fe para la historia: ¡saltaba como loco!, pero, ¿cómo más hubiese podido expresar su felicidad?

 

En la ida del día 13 vencieron por la mínima al conjunto “Cardenal” con anotación de Matías de los Santos, aunque en la vuelta se complicó el escenario: al minuto 17, Wilson Morelo, desde el punto penal, puso arriba en el marcador a Santa Fe / Andrés Cadavid empató el encuentro al 54’ / De nuevo, Morelo puso a rugir al “León” (al 82’) y, al 85’, una pegada exquisita de Henry Rojas le otorgó el 15º. título al club de “La Saeta Rubia”.

 

Si Russo se despidió del conjunto “Embajador” con el título de la ya referenciada Superliga de 2018, volvió a Boca para hacer historia: aparte de la Libertadores y el subcampeonato del Mundial de Clubes, hizo que el “Xeneize” se hiciera con el título del Campeonato de Primera División (o “Superliga 2019-20”) y la Copa de la Liga Profesional de Fútbol de AFA (2020) al derrotar en el San Juan Bicentenario a su similar de Banfield por marcador, 5-3, desde la tanda de los penales.

 

Remató su periplo en Rosario: el mismo al que ascendió a primera hace 12 años, lo coronó ¡campeón! de la Copa de la Liga Profesional de Fútbol de AFA (2023) en el Estadio Único Madre de Ciudades de Santiago del Estero luego de que sus dirigidos, gracias al acierto de Maximiliano Lovera, se impusieran al Platense, para entonces, a órdenes del recordado delantero “Boquense”, Martín Palermo.

 

Antes de recaer (y aquí sí cabría, por qué no, un pedacito de la estrofa de iniciación de “Amor y control” la cual reza: “luchando contra un cáncer que no se puede curar”), iniciaba su tercer periodo con Boca, en primera instancia, con la participación de su onceno en el pasado Mundial de Clubes de la FIFA y, en segunda instancia, anterior a su sensible fallecimiento, ostentaban la primera casilla del Torneo Clausura de la presente anualidad.

 

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Si todo pudiera curarse con “amor”, estoy más que seguro de que seríamos una sociedad mejor.

 

Y lo digo producto de que cuando propuse en “X” un encuentro entre Boca y “Millos” para honrar la memoria de Russo, me topé con estas respuestas de semejante “envergadura”: “viven de eso estos mp” / “Boca es un equipo serio para jugar con equipos pequeños que parecen un circo” o esta última que fue “la gota que derramó el vaso”: “que va a perder el tiempo boca jugando con un equipo diminuto y asqueroso como mill8s jajajajajaj ajo y se hacen los importantes las basuras estas”.  

 

En fin.

 

En suma, un llamado a que “todo puede curarse con amor” porque si “Miguelo” (reitero, antes de recaer) y mi santa madre vencieron el cáncer con mucha esperanza y mucho amor, ¿por qué nosotros no podríamos intentarlo, por lo menos, para, mínimo, apaciguar estas “hecatombes” por un bendito color entre casacas futboleras azules y rojas, por ejemplo?

 

Más que justo y necesario para honrar la memoria del prohombre, Miguel Ángel Russo.

 

¡Por siempre, “Miguelo”!

(1956-2025)

 

Nicolás Fernando Ceballos Galvis 

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