ENTRE REFLEXIONES Y CANCIONES: ¡FELIZ DÍA BIENQUISTAS MADRES!
“Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de vuestra madre”. (Honoré de Balzac).
Si el otrora, pero notable novelista francés H. de Balzac (1799 – 1850)
bajo la ayuda de su espléndida pluma exaltó de tan formidable manera la figura
de la madre, podemos agregar, aquí, unos cuantos conceptos más en honor hacia
tan bendito y puro ser. Por ejemplo: “la madre es el hogar de donde venimos,
la naturaleza, el suelo, el océano”. (Erich Fromm). Por ejemplo: “las
madres son como pegamento. Incluso cuando no las ves, siguen sosteniendo a la
familia”. (Susan Gale). Por ejemplo: “una madre es alguien que puede
hacer el trabajo de todos, pero cuyo trabajo nadie puede hacer”. (Anónimo).
Por ejemplo: “la mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo”.
(William Rose Wallace). Por ejemplo: “Dios no podía estar en todas partes a
la vez, y por eso creó a las madres”. (Rudyard Kipling). O, para cerrar con
broche de oro el presente citatorio, la frase que frecuentemente evoca mi santa
madre, mujer de temple y sabios consejos, al expresar, con algo de añoranza: “padres
hay muchos, madre solo hay una”.
En ese sentido, no se equivoca Fromm al aducir que la madre es el hogar de donde venimos, pues su fidedigno vientre, por sobre todas las cosas, fue nuestro primer hogar; no se equivoca Gale al afirmar que son ellas las que sostienen la familia, así nos las veamos, luego su fuerza, sea física, -así convivamos o no convivamos permanentemente con su figura, a modo de “Damas de hierro”-, o sea celestial, -así su bendita figura nos acompañe y guíe desde el cielo-, siempre estará presente en los hogares y en las familias para las que las mismas no se derrumben; y, desde luego, no desaparezca de la faz de esta convulsa Tierra ese concepto tan prácticamente filosófico de que la familia representa el núcleo fundamental de una sociedad; no se equivoca, incluso, quien, desde el anonimato, referencia que el trabajo que ellas realizan, con tesón, nadie lo hace, dado que, sus personalidades de “Damas de hierro” bajo el arropo, valga la redundancia, de unas laboriosas “manos de hierro” que las convierten, ya, en gobernantes, -parafraseando a Rose Wallace-, son incomparables e inigualables hasta para mecer, calmosas y pacientes, y, por supuesto, con cálida generosidad, las cunas de sus retoños.
Y Kipling tampoco se equivoca al asemejarlas con Dios, pues sus seres son, bien como ya lo referencié, puros y benditos. Y mi santa madre tampoco se equivoca en evocar con frecuencia su refrán de antaño, -claro, con distintas connotaciones a cuestas que puedan surgir por el camino de la vida-, el cual podemos aplicar sin ningún problema como diciente moraleja a lo anteriormente retratado.
Hasta en las canciones, entre escenarios tristes, melancólicas y bailables, su figura también está presente en calidad de protagonistas esenciales o musas de inspiración para los cantantes del ayer y del hoy:
Así las cosas, en los principales plectros musicales, “El camino de la vida” (Héctor Ochoa Cárdenas) del “Trío América”, y, “Los versos de mi madre” (Roberto Arrieta / Alfredo de Angelis / Alejandro Mariscotti) de Julio Jaramillo, las madres se vislumbran, en todo su esplendor, luego en la primera se rememora: “Y luego cuando somos dos. Luchando por un ideal. Formamos un nido de amor. Refugio que se llama hogar. Y empezamos otra etapa del camino. Un hombre, una mujer, unidos por la fe y la esperanza”. Y, en la segunda: “Mi madre es un poema, de blanca cabellera. Que tiene a flor de labios, un gesto de perdón”. “Cuando tras larga ausencia, regreso, ella me espera. Me abraza como a un niño. Me besa con pasión”.
En “Amor y control” de la autoría y voz de Rubén Blades (cuya reflexión de vida simplemente hace llorar), expone: “Solo quien tiene hijos entiende; que el deber de un padre no acaba jamás; que el amor de padre y madre, no se cansa de entregar; que deseamos para ustedes lo que nunca hemos tenido; que, a pesar de los problemas, familia es familia y cariño es cariño”.
O que decir de la elegía titulada, “El retrato de mamá” (Carlos Russo / Marujita Forero), en la voz de Héctor Lavoe, al invocar por intermedio de tres estrofas el nudo de la historia de la canción al reclamarle a su hermano: “Pobre vieja... Ella que tanto te quiso. Que llegó hasta el sacrificio para mandarte a estudiar”. “Ni siquiera... Te sobró delicadeza para poner en la casa el retrato de mamá”. “Desde el cielo. Ella te ve y te perdona, pero yo que soy tu hermano. No te voy a perdonar…”. Y de la infaltable propiedad de “Tito” Rojas, “A mi mamá”, homenajeándola con una estrofa de inicio simplemente para la historia: “Diminuta mujer de una fuerza increíble, esa es mi mamá. Que por verme crecer hizo hasta lo imposible, esa es mi mamá. Luchadora, incansable, mujer admirable. Tan dulce, tan bella y tan agradable. Firme como roca y de hermosos detalles. ¡Esa es mi mamá!”.
Y si de vallenatos se trata, encabezan el listado principal para la presente ocasión la sublime de O. Geles, “Los caminos de la vida” que, en su fin, indica: “Viejita linda tienes que entenderme. No te preocupes, todo va a cambiar. Yo sufro mucho, madrecita, al verte, necesitada y no te puedo dar. A veces lloro al sentirme impotente. Son tantas cosas que te quiero dar. Y voy a luchar incansablemente, porque tú no mereces sufrir más”., y los temas de Diomedes, “Gracias por quererla” -de su autoría- y “Mi biografía” (Calixto Ochoa), en las que cita, en la primera: “Hoy en día se me antoja de cantarle a mi mamá. Y de elogiar ese vientre que fecundó a su hijo”. (Bis). “La razón ha influido pa' decir la verdad. Ya ella crío a todos sus hijos. Ya dejó de amamantar. ¡Y ahora está envejeciendo cuidando a mi papá! ¡Y ahora está envejeciendo cuidando a mi papá, ay ve’!”; y, en la segunda: “Yo recuerdo que mi madre. Cuando yo estaba pequeño. Con sus trajecitos viejos. Me hacía mis pantaloncitos”. (Bis). “Cumpliendo con su deber. Pasando miles tormentos. Y así me fui levantando. Hasta que fui un hombrecito”. (Bis).
Asimismo, “Esa” y “Canción para mi madre”, propiedad de Jose Vásquez, “Quévaz”, y, cantadas por Rafael Orozco, conforman la serenata cuando en la primera dicta: “Cuál es la que llora cuando ve que estoy sufriendo. Cuál es la que calla cuando no hay para comer. Esa la que está en la casa cuando estoy jodiendo. La de temple de señora y talla de mujer”. Y, en la segunda: “Te doy las gracias por darme la vida y por mis versos poder componer.” (Bis). “A ti te debo, madrecita linda, todo lo que he sido y lo que puedo ser”. (Bis). “Eres, madre, lo que yo más quiero, en mis noches eres mi lucero”. (Bis).
Infaltables “Cariño de madre” (Gustavo Gutiérrez Cabello) en la voz de Jorge Oñate, “El jilguero de América” o “El ruiseñor del Cesar”, al expresar con ahínco: “Yo… Que fui testigo de su trasnochar. De vez en cuando la he visto llorar… ¡Madre bendita del alma yo canto por ti! Sé que en este mundo no vuelvo a encontrar. Otro cariño que vele por mí. ¡Madre bendita del alma yo canto por ti!”, “Madre, te amaré” (Iván Calderón), interpretada por Hebert Vargas, al proclamar: “Cuando tu cabello se ponga blanco. Por el paso de la edad. Cuando las arrugas colmen tu cara. Siempre estaré junto a ti. Porque soy el hijo que tanto te ama. Siempre estaré junto a ti. Madre… madre… siempre te amaré… madre”, y “Amor de madre” (Juvenal Daza) en la voz de “Poncho” Zuleta y, en cuya estrofa inicial, clama: “Esa vieja que sufre por amor. Esa que se desgarra por sus hijos. Es modelo y ejemplo dios bendijo. Bondadosa y gigante en el dolor. Se duplica en pareja sin rencor”.
Entre reflexiones y canciones, se ha retratado con suntuosidad la palabra madre y aunque su día son todos los 365 días del año (o 366 días de ser un lustro bisiesto) independientemente de los antecedentes históricos, culturales o costumbristas que sustentan su celebración en un día calendario en específico, es ella la mujer merecedora de aplausos y respetos, llena de constancia y fuerza para sobresalir en todos los aspectos de la vida. Sin duda, la luchadora, la líder y la gobernante de los hogares. Aquella persona ideal defensora de sus hijos y hasta consejera de los mismos cuando más la necesitan.
Para quienes aún tenemos la dicha de tenerlas a nuestro lado, cuidémoslas, por favor, bien como refiere el fenecido cantautor colombiano, Óscar Agudelo: “voz que la tenés, cuidála”, por intermedio de su clásico, por excelencia, “La cama vacía” (Carlos Spaventa). Y a quienes ostentamos calidades de buenos hijos, bien como exclamó el escritor y periodista mexicano, José María Vigil (1829 – 1909), “delante de una mujer, nunca olvides a tu madre”.
Nicolás Fernando Ceballos Galvis
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