DIOMEDES DÍAZ: UNA VIDA MUSICAL

“…Las calles llenas del folclor, del viejo Valle de Upar fueron recorridas por un muchacho humilde, que venia de un caserío cercano a la junta Guajira, que tocaba puertas y pedía a gritos una oportunidad. Unas veces bien recibido, otras rechazado, sin embargo su fé y constancia le hizo abrir pasos, los mismos que lo convirtieron ya no en el muchacho Diomedes, sino en la Primera Figura del Folclor Vallenato…”.    

 

(Extracto de la loable presentación realizada por Félix Rafael Carrillo Hinojosa, “Fercahino”, contentiva al álbum “Mi biografía” (1997)).


“…Ay el 26; del mes de mayo; nació un niñito en el año 57; y allá en La Junta; fue bautizado; y hoy se conoce con el nombre de Diomedes…”, es la estrofa mayúscula con la que inicia su biografía musical, publicada en 1994, a través del proyecto discográfico bendecido por la entonces denominada, Sony Colombia, que, a nuestros días, lleva como título la pomposa e inmortal fecha de su nacimiento: 26 de mayo.


Y no solo hoy, sino, por siempre y para siempre, se le conocerá con el nombre de Diomedes: la figura indiscutible de nuestro folclor nacional, -el vallenato-, que, inherente a la suma colombianidad, se asocia, también, a los ilustres cantautores y acordeoneros del ayer que, desde el cielo, amenizan la parranda, en uso del título a la inversa de la clásica “Parranda en el cielo” (Alaín Cárcamo) lanzada en 1992 a modo de homenaje hacia la persona del inmolado cantautor, Rafael Orozco, en la voz líder de Jorge Oñate, “El jilguero de América o “El ruiseñor del Cesar”, en cuyo inicio exclama: “…Cual será la parranda, en el cielo se oye, que yo la quiero escuchar. Oigo gente que canta, oigo gente toca, yo quiero parrandear…”.

 

A tenor de lo anterior, si no se equivocaron los que actualmente concuerdan que, sin los tres principalísimos intérpretes (hoy, en la eternidad) ya referenciados, en línea anterior, no hay parrandón vallenato, en todo su esplendor, menos aún los parlamentarios que, al interior del congreso, propusieron la iniciativa de declarar día cívico la fecha de nacimiento del “Cacique de La Junta”, que, de hacerse realidad tal propuesta hasta se alcanzaría a extender, por qué no, hacia la persona del magno compositor, Rafael Calixto Escalona Martínez, en tributo a su natalicio, de igual modo acontecido un 26 de mayo, pero de 1927, en Valledupar (Cesar).

 

El hijo agradecido de los respetabilísimos don Rafael María Díaz y doña Elvira Maestre, “Mama Vila”, -fallecida el pasado 15 de mayo de la presente anualidad-, nació el 26 de mayo de 1957 en el corregimiento de La Junta, jurisdicción del municipio de San Juan del Cesar, ubicado en el departamento de La Guajira, entre una vida netamente agraria, luego su primera composición ilustre, “Cariñito de mi vida”, interpretada por Orozco y llevada al estrellato por este en 1975 al interior del LP “¡Avanzado!” (Costeño - Codiscos) realizado en conjunto con el acordeonero, Emilio Oviedo, “El comandante”, fue grabada por “Rafa” cuando, -según comentó en una parranda de hace treinta años-, aún estaba “pajareando maíz” en una finca de Carrizal, pero con la música por dentro para lo cual su tío, don Martín Maestre, lo incentivó para tal fin resultando de lo anterior la dedicatoria de la estrofa de inicio de su composición “Mi vida musical” (1991) al proferir: “…Siendo todavía un muchacho allá en Carrizal; a donde nací y me crie con los viejos míos; junto con Martín Maestre que era mi tío; que Dios lo tenga en la gloria porque él murió; y de recuerdo Martín a mi me dejó; la enseñanza para mi vida musical…”; sin más preámbulo, amplia y preponderante, que mantuvo desde 1976 hasta 2013, año de su deceso, con la carta de presentación de su primera composición, “Cariñito de mi vida”, siempre debajo del brazo y la que, sin lugar a dudas, le abrió las puertas y los grandilocuentes pasos para convertirse -en palabras de “Fercahino”- en la Primera Figura del Folclor Vallenato, indudablemente, con beneméritas treinta y siete producciones musicales consumadas a lo largo de su extraordinaria carrera artística.

 

¡Surgió una voz!

 

Compitiendo, ya, con los grandes cantantes de la época entre los que se citan a Jorge Oñate; “Poncho” y “Emilianito” (“Los hermanos Zuleta”); Rafael Orozco y “El binomio de oro”; y, “Los betos”, con su intérprete principal, “Beto” Zabaleta, Diomedes alcanzó la suma de seis producciones grabadas con la bendición de la otrora CBS (Sony Colombia) y consolidadas entre 1976 a 1979, comenzando con el principal onomástico “Herencia vallenata” (1976) al lado del “Rey” vallenato de aquel lustro Nafer Durán (hermano del juglar, “Alejo”, primer “Rey” del Festival en 1968, año de su fundación) y destacado por su segunda composición, es decir, la que antecede a “Cariñito de mi vida”, rotulada “El chanchullito”, más la que titula el proyecto musical de la autoría de Sergio Moya.

 

Después, las realizadas junto al “Rey” vallenato (1980) Elberto “El debe” López “Tres canciones” (1976) y “De frente” (1977) con las principales melodías, en la primera, “Cristina Isabel” (Edilberto Daza), su tercera composición, es decir la que antecede a “El chanchullito”, nombrada “Tres canciones” (también conocida como “La ventana marroncita”) y la que titula este acápite setentero en su honor, “Surgió una voz”, propiedad de Luis Segundo Sarmiento; y, en la segunda, las melodías insignes “El aguinaldo” (Rafael Díaz), “Frente a mí” (Octavio Daza) y “Me deja el avión” (Héctor Zuleta).

 

Y las producciones estrenadas en 1978 “La locura” con Juancho Rois que, considerada por expertos como su mejor propuesta discográfica, va acompañada de sus composiciones, “El alma en un acordeón”, y, “La carta”, adicionando las tonadas “Lluvia de verano” (Hernando Marín) y “Lo más bonito” (Roberto Calderón); y el álbum, “Dos grandes”, en conjunto con el segundo “Rey” vallenato coronado en 1969, Nicolás Elías “Colacho” Mendoza, incluyendo en su cancionero los temas de renombre “El gavilán mayor” (H. Marín); “Señor gerente” (R. Escalona); “Así es la vida” (Romualdo Brito) y la insigne, “Mi memoria”, propiedad del siempre conocido, “El hombre que ve con los ojos del alma”, el juglar, Leandro Díaz.

 

En 1979, estrena junto a “Colacho” -quien lo acompaña por su andar musical hasta 1984-, la propuesta, “Los profesionales”, donde se incluyen las fomosas “Penas de un soldado” (Héctor Zuleta Díaz), “Consuelo” (R. Escalona) y “Yo soy el indio” (R. Brito).

 

¡Invencible e incontenible!

 

No tuvo reparo en continuar aportando su cuota artística en beneficio del crecimiento de un folclor vallenato, ya empoderado, al efectuar durante la década de 1980 la realización de once suntuosos proyectos musicales, seis con “Colacho”, a saber: “Para mi fanaticada” y “Tu serenata”, -ambos, estrenados en 1980-; “Con mucho estilo” (1981); “Todo es para tí” (1982); “Cantando” (1983) y “El mundo” (1984); “Vallenato” (1985), “Brindo con el alma” (1986) e “Incontenibles” (1987) realizados con el “Rey de reyes” (1990 y 1997) y “Rey” aficionado (1982) Gonzalo Arturo “El cocha” Molina y “Gano el folclor” (1988) y “El cóndor herido” (1989) en lo que se conoce como la segunda era “de oro” Diomedes – “Juancho” Rois hasta su sensible fallecimiento en 1994 producto de un accidente aéreo acontecido en la ciudad de El Tigre del Estado Anzoátegui (Venezuela).

 

Fueron varias las composiciones que hicieron parte de aquella época vallenata y que, sin lugar a dudas, aún prevalecen en la memoria colectiva de la fanaticada “Diomedista”:

 

Así el panorama, cabe resaltar, por sobre todas las cosas, al aupado cantautor, Diomedes, con las tonadas “Para mi fanaticada” (1980); “Tu serenata” (1980); “A mi papá” y “Bonita” (1981); “Te quiero mucho” y “Una de mis canciones” (1982); “Cantando” y “Te necesito” (1983); “Mi muchacho” (1984); “Ayúdame a quererte”, “Brindo con el alma” y “Sin tí” (1986); “Por no perderte” y “Tu cumpleaños” (1987); “Rayito de amor” – “La Monalisa” (1988) y “El cóndor herido”, “El besito” y “Mi compadre” (1989).

 

De igual modo, se inserta el bello título de la autoría del magnánimo compositor, Gustavo Gutiérrez Cabello, “Sin medir distancias” (1986) acompañado de otras líricas de su digna pluma nombradas “Camino largo” (1980); “Se te nota en la mirada” (1984); “Alma herida” (1985); “Si te vas te olvido” (1986) y “Amigos míos” (1989).  

 

Otros compositores de renombre aportaron desde sus estilográficas sus canciones a efecto de que “El cacique” las interpretara. En ese orden, aparecieron Crispín Rodríguez con “Bajo el palmar” (1982); Edilberto Daza con “La vida cambia” (1981); Efrén Calderón con “Gaviota herida” (1988); Elbert Díaz con “Los recuerdos de ella” (1988); Hernán Urbina Joiro con “Aquí están tus canciones” (1989); Jacinto Leonardi Vega con “No sé qué tienes tú” (1985); José Alfonso “El chiche” Maestre con “No era el nido” (1989); Marciano Martínez con “La juntera” (1980) y “Usted” (1989); Marcos Díaz con “Algo de tu parte” (1985); Rafael Manjarrez con “Simulación” (1982); Reinaldo “Chuto” Díaz con “Déjame llorar” (1989); Roberto Calderón con “El romancero” (1980), “Un detalle” (1981) y “Ganó el folclor” (1988) y Rosendo Romero con “Mensaje de navidad” y “Fantasía” (1980).

 

Inclusive, hasta haciéndose presente la magia de los reyes y juglares vallenatos, principalmente, con las grafías “Joselina Daza” (1985) de “Alejo” Durán; “Honda herida” (1987) de Rafael Escalona; “Zunilda” (1981) de la autoría del sexto “Rey” vallenato (1973) Luis Enrique Martínez; “El bozal” (1982) de Leandro Díaz y las fidedignas letras del “Rey” vallenato, coronado en 1970, Calixto Ochoa, con “Amorcito consentido” y “Chispitas de oro” (1981); “Todo es para ti” (1982); “Los sabanales” (1986) y “Capullito” (1987).

 

¡Yo soy mundial!


Y si en la década de los años 80 era invencible e incontenible, en la década de los años noventa su figura musical ya era, en todo sentido, mundial, aunque en algo trastocada por la repentina partida de su compadre, “Juancho”, a la eternidad. Sin embargo, junto a él, fueron los tiempos prácticamente jubilosos de “Canta conmigo” (1990); “Mi vida musical” (1991); “El regreso del cóndor” (1992); “Título de amor” (1993) -cuyos expertos también lo aducen como una de las mejores producciones de Diomedes- y “26 de mayo” (1994), pero concediéndole la oportunidad a un jovencito de nombre, Iván Zuleta, “Rey” infantil (1988) y “Rey” aficionado (1994), con quien formalizó de manera brillante las propuestas “Un canto celestial” (1995); “Muchas gracias” (1996); “Mi biografía” (1997) y “Volver a vivir” (1998) para cerrar con broche oro el siglo XX vallenato por intermedio del trabajo “Experiencias vividas” (1999) al lado del acordeonista, Franco Argüelles.  

 

En resumen, diez producciones discográficas más que acrecentaron su poderío en todo el centro del ruedo del folclor. Y, asimismo, fueron los tiempos, aún, de grata recordación, de sus inmarcesibles cantares a través, primero, de sus composiciones principales “Mi ahijado” (1991); “El regreso del cóndor” (1992); “Mi primera cana” y “Título de amor” (1993); “26 de mayo” (1994); “Un canto celestial” y “Gracias por quererla” (1995); “Muchas gracias” (1996); “Entre placer y penas” (1997); “Volver a vivir” y “Puro amor” (1998) y “Experiencias vividas” (1999); más las interpretaciones de otras composiciones creadas con el romanticismo de siempre inherente a la persona, por ejemplo, de Luis Egurrola con las letras “Ven conmigo” (1993); “Al final del sendero” (1994); “Amor de mi juventud” (1995); “Se está pasando el tiempo” (1996); “Sin saber que me espera” (1997); “Las verdades de mi vida” (1998) e “Ilusiones” (1999).

 

Y si de más románticas se trata se traen a colación las de Efrén Calderón “Doblaron las campanas” (1991); “Sueños y vivencias” (1998); “Nace un cariño” (1999) y la elegía “Canta conmigo” (1990); la de Hernando Marín, “Era como yo” (1990); las de “El chiche” Maestre “El culpable soy yo” (1991); “El verdadero culpable” (1992); “El mártir” (1993); “Duerme conmigo esta noche” (1996) y “Otra piedra en el camino” (1997); la de Omar Geles, “La falla fue tuya” (1992); las de Hernán Urbina “Tú eres la reina” (1993); “La suerte está echada” (1996); “Esta voz es para siempre” (1997) y “A un cariño del alma” (1998); las de Fabián Corrales “Volvamos” (1995), “Así me hizo Dios” (1996) y “¿Qué hubo, linda?” (1997); las de Marciano Martínez “Amarte más no pude” (1993) y “Hay amores” (1996); las de “Juancho” “Mis mejores días” (1992); “Déjala” (1993); “¿Por qué razón?” (1994); “Yo soy mundial” (1994), -en dedicatoria a la selección Colombia de la época-; “No comprendo” (1995) y “Aunque no quieran” (1996); o las de Armando Arredondo “Yo vivo para quererte” (1997) y “Dos corazones” (1998); “Delirio” de Gustavo Gutiérrez y “Harán la historia” de Roberto Calderón, ambas del año 1999.                              

 

Hasta conforman el presente mosaico de canciones noventeras en la voz de Diomedes, entre bailables y tropicales, las siguientes: (1990): “Lucero espiritual” (Juancho Polo Valencia); (1991): “Parranda, ron y muje’” (R. Brito); (1992): “La vida” (Luis Núñez / Máximo Móvil) y “El mundo se acaba” (Teodoro López); (1993): “Conmigo sí te va a dá’” (Aurelio Núñez) y “Mujereando” (R. Brito); (1994): “La plata” (C. Ochoa); (1996): “La pretenciosa” (Mario Zuleta) y “Me mata mi Maye” (Lisandro Meza); (1997): “Bajo el palo e’ mango” (L. Díaz) y “Mi biografía” (C. Ochoa); (1998): “Caracoles de colores” (Aníbal Velásquez) y (1999): “Cabeza de hacha" (Cristino Tapia); “María Espejo” (César Castro); “Lo que no hago yo” (F. Argüelles) y “Que me coma el tigre” (Eugenio García).

 

¡Esta voz es para siempre!


El anterior retratado musical que, en suma, emerge una exhaustiva mirada hacia la loable carrera musical de Diomedes, a fecha de hoy, permanece intacta teniéndose en la cuenta que sus clásicas canciones gozan de una preponderante inmortalidad por intermedio de estaciones radiales y plataformas musicales digitalizadas; colecciones musicales en su honor; discos que evocan sus más apreciables parrandas vallenatas. Y ni que decir de su participación en el benemérito compilatorio, “Fiesta vallenata”, y hasta del homenaje post mortem idealizado por sus hijos cantores, Rafael Santos, y el fenecido, Martín Elías, bajo el auspicio del compacto “Entre Díaz y canciones” (2015), resaltando, desde luego, que, antes de su deceso, acaecido un 22 de diciembre de 2013, dejó para su bienquista fanaticada el álbum “La vida del artista” (2013).

 

Cabe destacar que, “Celebremos juntos I” (2009) y “Celebremos juntos II” (2010) donde lo acompañan reconocidos artistas de renombre como Silvestre Dangond; Jean Carlos Centeno; Jorge Celedón; Felipe “Pipe” Peláez y Nelson Velásquez, evoca una serie de importantísimas canciones grabadas a lo largo de su carrera, sin soslayar que, 2002, fue el lustro de “El ausente”, canción muy poco conocida, aunque el plectro inscrito en “Gracias a Dios” realizado con “El cocha” Molina, es digno de ser escuchado un par de veces; el álbum, inscribe, incluso, en su lista de canciones los temas “Recordándote” (Jorge Celedón); “El escorpión” (Víctor Salamanca); “Hija” (H. Urbina) y sus sendas composiciones “Gracias a Dios” y “Consuelo” en tributo a “La cacica”, Consuelo Araújo Noguera (1940 – 2001), subsiguientes a este último los proyectos “Pidiendo vía” (2003); “De nuevo con mi gente” (2005); “La voz” (2007); “Listo pa’ la foto” (2009) y “Con mucho gusto… ¡Caray!” (2011).

 

Termino, así, este relato: muchas gracias, Diomedes, por dejarnos su canto y su fama, y así como lleva del alma prendida a toda su fanaticada, nosotros, sus fanáticos, también lo llevamos prendido en nuestras almas.

 

¡Con mucho gusto!

 

P.S. Ha muerto a los 81 años el escritor, periodista y gestor cultural barranquillero, Antonio Mora Vélez, considerado uno de los padres de la ciencia ficción en Colombia, y autor de los cuentos “Glitza” (Premio Nacional de Literatura El Espectador, 1971); El juicio de los dioses”; “Lorna es una mujer”; “Helados cibernéticos”; “La gordita del Tropicana”; “La duda de un ángel” y “Atlán y Erva”. Paz en su tumba.

 

Nicolás Fernando Ceballos Galvis 

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