¿EL FUTURO ES DE TODOS?
El pasado 7 de agosto fecha en la cual se celebra,
en todo su esplendor, el aniversario de la batalla independentista del Puente
de Boyacá consumada el mismo día y mes, pero de 1819 y para otros el de la ciudad de
Bogotá también (no el día 6 como, en efecto, sucede), cumplió, ya, tres largos
años en el poder el “benemérito” Doctor “Iván Márquez” … ¡Carajo! Iván Duque
Márquez, ese sí. Perdónenme, pero me ha pasado lo del recordado maestro de
ceremonias que al presentarlo como “Iván Márquez” en tiempos de candidato
presidencial en un evento político propio de la ralea uribista, el caudillo (bien
rotulado como “Matarife” o “Señor Masacre”), le rapó el micrófono por la
verraquera que le causó que a su títere se le haya confundido con el seudónimo
del hoy prófugo narcoguerrillero fundador de la “Segunda Marquetalia” “Luciano
Marín”. (Acá entre nos, pareciera otro apodo).
Aunque la confundida es lo de menos, más bien busquémosle a nuestro “dirigente” sin lugar a dudas disfrazado de mandatario uno que otro comparativo con tinte político. Por ejemplo: ¿con “El Libertador” Simón Bolívar, será? ¡Ni de fundas! ¡Un despropósito! ¿Con el torpe conservador José Manuel Marroquín? Sí, por qué no: recordado porque bajo su mandato se dio fin (¿o reinicio?) a la “Guerra de Los Mil Días” propiciada por su antecesor Sanclemente y por su frase “recibí una república, pero entrego dos” por aquello de la separación de Panamá acaecida en 1903 bajo la bendición, por supuesto, del gobierno americano de la época en cabeza de Theodore Roosevelt; ¿con el igualmente otro torpe conservador Guillermo León Valencia? Sí, por qué no: célebre por permitir el bombardeo a un campamento guerrillero que desencadenó la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) en 1964. ¡Ah!: y por ser el abuelo de la hoy senadora uribista Paloma Valencia (¿o “Paloca”?). Y para sintetizar los comparativos, con su entre sí, pero no aliado torpe de torpes Andrés Pastrana quien encabeza el podio de los peores presidentes que ha tenido Colombia en la historia reciente.
El nuevo torpe, hijo del exgobernador de Antioquia Iván Duque Escobar quien (miren como es la vida) develó los nexos de Álvaro Uribe con el narcotráfico cuando este se desempeñó como director de la Aerocivil en el gobierno liberal de Julio Cesar Turbay Ayala (1978-1982) de acuerdo al capítulo I “El misterio de los aviones fantasma” del libro “Biografía no autorizada de Álvaro Uribe Vélez (el señor de las sombras)” de Joseph Contreras y el excelso columnista de opinión (ya perecido) Fernando Garavito, terminó ganando la presidencia con la bendición de su padrino político, Álvaro Uribe, ese personajillo siniestro que, cuentan por ahí, terminó conociendo en Estados Unidos cuando salió del clóset de alguna de las dependencias del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en sus épocas de funcionario a tal punto que llegó a cargarle las valijas (no de cocaína, aclaro) y los famosos crocs que calza. Y el torpe, antes de ser presidente, integró una lista cerrada al congreso de la república y se hizo acreedor de un escaño de 20 que lograría el entonces partido de oposición al segundo gobierno de Santos (2014-2018), Centro Democrático, en el senado. En síntesis, como decía la cortinilla del antiguo programa de televisión colombiano de los años noventa “Corazones de fuego”, “Todo comenzó así…”.
La candidatura a la presidencia se la ganó por el simple hecho de ser un férreo opositor al proceso de paz que entabló Santos con las FARC, pero compitió, como precandidato de su partido, en la denominada “Gran consulta por Colombia” junto a los cuestionados ultraconservadores doctrinarios Alejandro Ordóñez Maldonado (hoy, embajador de Colombia ante la Organización de los Estados Americanos -OEA-) y Marta Lucía Ramírez (hoy, en calidad de vicepresidenta y canciller de Colombia) arrasando con un total de 4.044.509 mil votos (67.76%). Y así, no solo se convirtió en candidato presidencial, sino que, a la postre, alzó vuelo en las encuestas donde figuraba como un absoluto desconocido, pero compitiendo, de entrada, con los asimismo aspirantes a la presidencia Humberto de la Calle por el Partido Liberal; Sergio Fajardo por la “Coalición Colombia”; Germán Vargas Lleras por el movimiento “Mejor Vargas Lleras” y el fijo vencedor de la contienda, el candidato de izquierda, Gustavo Petro por el movimiento “Colombia Humana”.
La putrefacción por parte de su partido político y los fervientes seguidores del mismo no se hizo esperar para que se hiciese con el cargo a como diera lugar porque “Colombia al mando de la izquierda se convertiría en una segunda Venezuela”. Reventaron a Colombia bajo una estrategia de propaganda negra contra el candidato contrario (Petro) y aunque en la primera vuelta del 27 de mayo de 2018 triunfó con un total de 7.616.857 mil votos (39.34%), se pensó, de momento, que en la segunda vuelta del 17 de junio de ese año no saldría victorioso, pero sí al obtener la votación más alta que ningún candidato presidencial en Colombia ha logrado: 10.398.689 mil votos (53.98%).
El propagandístico “El futuro es de todos” elevado desde su campaña presidencial inició a partir del 7 de agosto de 2018 fecha en la cual sus promesas no es que estén teniendo mucho efecto que digamos sobre todo porque desde que inició su gobierno este se ha visto inmerso en paros nacionales (como el paro nacional universitario de ese año que vislumbró al nuevo gobierno la desfinanciación de la educación pública y el desbordamiento social evidenciado en las últimas protestas ciudadanas en contra de sus políticas de gobierno) comenzando por la reforma tributaria que nos querían imponer bajo la autoría de su dizque muy fabuloso exministro de hacienda, Alberto Carrasquilla (¿o “ratasquilla”?); el desempleo que, hasta el año pasado alcanzó la cifra récord de 19,8% de acuerdo a la información proporcionada por el Departamento Nacional de Estadística (DANE) (aunque está en 14,4% y sigue siendo alto); el descontento juvenil por la falta de oportunidades en el plano académico y laboral; los desmanes de la fuerza pública (ESMAD) contra la población civil en tiempos de protesta social; el atentado con el que lo inauguraron contra las instalaciones de la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander - Sede Bogotá que, según información preliminar, dejó 21 muertos y 87 heridos; o la pandemia por la Covid-19 de la que sacó provecho cuando hasta hace poco ostentó el cargo de presentador-presidente en su programa de televisión “Prevención y acción” por una hora diaria y transmitido en los principales canales nacionales para hablar sobre el virus y, darse, por supuesto, airecitos de popularidad muy al estilo del ¡Aló, Presidente! de Hugo Chávez sumado a ello la proposición desfachatada de la ampliación de su periodo presidencial, pero “tacó burro”. Como tampoco hay un proyecto serio que entable de una vez por todas la paz que tanto necesita Colombia producto de las constantes estigmatizaciones que Uribe transmite contra los acuerdos de paz que no han podido implementarse del todo, contra la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que está que manda a incinerar (a pesar que podría acogerse a ella, si lo tiene a bien) o contra quienes piensan diferente a él. Y, claro, a Duque le toca aplaudirle las bellaquerías porque fue él quien lo puso en el cargo a través del mediático “¡El que diga Uribe!”.
Estamos a un año de ver cesar la horrible noche producto de un desgobierno descomunal y sin escrúpulos, lleno de mediocres (empezando por el sub presidente) como la ministra “Abudinen-Baba” y los (o sus) 40 ladrones por aquello del tan mediático pero irregular contrato que se fraguó en la cartera de las telecomunicaciones con una tal filial “Centros Poblados” y cuyo anticipo fue de 70 mil millones de pesos, ¿dónde están? O el ministro de defensa Molano que prorrumpió algo así como “los niños son máquinas de guerra”. O el fiscal de bolsillo de Uribe, “Narciso” Barbosa, que no haya como tumbarle la investigación por falsos testigos a su patrón (Uribe) bajo el auspicio, también, del tinterillo fiscal Jaimes. O que decir del escándalo de la “Ñeñepolítica” que permeó la campaña de Duque en la costa colombiana con dineros del narcotráfico, o de los entes de control hoy, bajo las órdenes del régimen uribista: la procuraduría, la fiscalía, la registraduría, la defensoría del pueblo, el congreso y hasta los medios privados de comunicación (como Semana o RCN).
Pueda ser que la sociedad colombiana sepa elegir a su nuevo dignatario de acuerdo a sus antecedentes y al programa de gobierno que más convenza entre la ciudadanía porque de lo contrario la horrible noche jamás cesará.
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