CREO QUE... ¡NO VOTARÉ! (O "¿BOTARÉ?")

Dadas las circunstancias políticas por las que atraviesa el país en estos momentos de coyuntura nacional comenzando por la terrible polarización social que nos afecta profundamente como nación en el sentido de una réplica, quizás perfecta, de la violencia liberal-conservadora de los años 50 del siglo pasado, pero actualmente entre “uribistas” y “petristas” ¡ojo!: y no es que se estén matando como sí lo hacían “cachiporros” y “chulavitas” por un color aunque estamos a punto de presenciar una matazón de gigantescas proporciones entre los seguidores de los dos bandos políticos más representativos del país en tiempo presente precisamente por la polarización a la que ha llegado el país por política (como dice la estrofa de una canción por ahí: “de pronto nos vemos en guerra por política nada más”), a título personal estoy pensando muy seriamente en no ejercer mi derecho al sufragio el año próximo por varias razones que vale la pena retratar. Y eso que, valga anotarlo, estamos sumidos, ya, en un año preelectoral.

Colombia, en lo corrido de la presente década, (soslayando, de tajo, el último periodo de la administración de Andrés Pastrana), no ha podido zafarse de un embrujo llamado Álvaro Uribe Vélez. Ese embrujo, o hechizo, o como se le quiera denominar es más que claro y evidente, pues de pasar ocho años inexorables en la “Casa de Nari” por el invento estrepitoso “que estaba aniquilando a las FARC” y la nefasta “Política de Seguridad Democrática (PSD)” que no fue más que un sonoro aplauso a las ejecuciones extrajudiciales o “Falsos positivos” perpetrados por el Ejército (en total, 6402 jóvenes pasados como “guerrilleros dados de baja en combate”), se dio el lujo de fundar un “partido político” lógicamente de corte caudillista (no más obsérvese el eslogan de la secta; dispénseme, del “partido”) y hasta títere propio tiene (Duque) mal maniobrando los asuntos del Estado y candidato presidencial (asimismo propio) apostándole, una vez más, al nombre del gamonal de estirpe manizalita Óscar Iván Zuluaga para las elecciones del 2022. ¡Claro!: quiere Uribe, el conocidísimo “Señor de las sombras” (no Zuluaga, su otro títere, claro está) seguir manteniéndose por interpuesta persona en el poder y de paso sacarse la espina de la derrota acaecida en la segunda vuelta de 2014 al perder las elecciones con el contendor de entonces “Farcsantos” (rotulado así desde las huestes del uribismo) por aquello del proceso de paz iniciado con las extintas FARC en el segundo año de su primer mandato (2012) y los posteriores acuerdos de paz que surgieron en la mesa de negociaciones instalada en La Habana, Cuba.

Y si abordamos las terroríficas campañas presidenciales que ha presenciado el país en el presente siglo, las de 2014 y 2018 respectivamente fueron, en todo su esplendor, cerriles. La primera, por ejemplo, evidenció la marrullería de la campaña uribista a tal punto de buscar estrategias para torpedear el proceso de paz (bandera de la reelección de Santos) bajo la égida del candidato de ese entonces (Zuluaga) con el mediático hacker Sepúlveda con relación al conocidísimo tema del vídeo filtrado en medios y redes sociales. Y fíjense no más: otra vez no lo quiere imponer como presidente el dueño y señor de este país ya que su hijo, el mercachifle de tierras, Tomás, es un absoluto espécimen de mostrar en vitrina. Y la segunda campaña sí fue más que mordaz puesto que se avecinaba el primer gobierno de izquierda en Colombia, con Petro a la cabeza, y empezó toda una campaña de desprestigio digital recogida, en gran parte, por varios medios de comunicación muy cercanos a la derecha colombiana y cohonestada por el mandamás del Centro Democrático y del régimen que actualmente mal nos gobierna y sus correligionarios como el caso del asesinado narcoganadero “Ñeñe” Hernández y el escándalo de la “Ñeñepolítica” por la danza de los millones que vio caer del cielo la costa colombiana en búsqueda de electores para favorecer al hoy sub presidente Duque.

Y si de mal información y desinformación se trata, en estos tiempos electorales ambos conceptos son el jueguillo de cerezas en la cúspide del pastel para estos ávidos de poder que en búsqueda de atemorizar las conciencias ciudadanas continúan empleando las tácticas necesarias para mantener en un estado de pánico a ciertos incautos que rondan por ahí y, por supuesto, a quienes hoy día siguen tragando entero. El episodio del plebiscito por la paz celebrado en octubre de 2016 es producto de ello pues se inventaron una andanada de sandeces como “la extinción de las pensiones de los jubilados porque se las traspasarían a los excombatientes de las FARC” o “la entrega del país a las FARC”, o qué decir, aparte del vídeo de 2014, de las invenciones que en redes sociales pululaban porque Santos ya no era “el candidato de la paz, sino de las FARC” o lo acontecido en la campaña presidencial de 2018 con la fábula del “castrochavismo” y el contradictorio “comunismo ateo” porque el candidato de izquierdas “iba a incinerar las iglesias” si llegaba a ser presidente.

Ya en varias oportunidades he expuesto que el país está inmerso en una evidente ruptura de la comunicación social que, en suma, genera violencia dadas estas cuestiones mal y desinformativas que no permiten, a plenitud, que haya un entendimiento pleno de las cosas; que haya un sano diálogo entre ideologías opuestas; que haya una retroalimentación serena en lo que no se está de acuerdo con el otro o que haya una reconciliación nacional (muy urgida, por cierto). Pero de esa ruptura se aprovecharán los mismos de siempre para ganarse las elecciones del año entrante y aunque el camino para tratar de cambiar este modelo político está en las urnas no se haga raro que saboteen los conteos, o se los roben, o llegue la mafia a montar al peón, perdónenme, al presidente de Uribe o maten al candidato de la preferencia del pueblo por pensar diferente.

Tampoco quiero que me maten por pensar diferente, porque estamos a punto de llegar a eso: de ver el exterminio de la diferencia.

 

Maratón de coletillas:

 

Coletilla 1. Karen “Abudinen-Baba” y los (o sus) 40 ladrones entraron directico a saquearse el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) de acuerdo al tan mediático pero irregular contrato que dio cuenta de la olla podrida al interior de esa cartera. Pregunta: “ministra” de la corrupta Casa Char (no de Uribe, ni de Duque, ¡ni de nadie!), ¿qué hizo los 70 mil millones de pesos? ¡¿Dónde carajos están?!

Coletilla 2. El exministro de salud del gobierno Santos, el ahora denominado académico progresista, Alejandro Gaviria, anunció su candidatura presidencial para las elecciones del año entrante. Vaya uno a saber si es buena opción o no… Creería que sí, aunque tengo mis dudas.

Coletilla 3. La Fiscalía general de la Nación al mando de Francisco “Narciso” Barbosa acusará al exgobernador de Antioquia y precandidato presidencial Sergio Fajardo Valderrama ante la Corte Suprema de Justicia (CSJ) por las irregularidades en un contrato cuando ostentó el cargo de gobernador del departamento de Antioquia. Ya los lengüilargos andan pululando que “Petro está feliz” por el impasse, pero el candidato a derrotar no es Fajardo (si sale bien librado), ni Gaviria, ¡sino Zuluaga, imbéciles!

Coletilla 4. En un tonito muy pérfido, propio de caudillos, el señor exsenador Álvaro Uribe propuso una amnistía general en la muy accidentada conversación que sostuvo con el presidente de la Comisión de la Verdad, el padre, Francisco de Roux y la comisionada Lucía González (a la que denigró junto a sus hijos) en una de sus haciendas (¿por cárcel?). ¿Amnistía general con “perdón y olvido”, pero sin verdad, justicia y reparación? Con tal de que lo acoja a él también, no hay problema…

Coletilla 5. La exitosa serie digital “Matarife” que retrata la cruenta vida pública y personal de Álvaro Uribe la quieren censurar ¿por decir la verdad, será? Sin embargo, mi sincero mensaje de felicitación a su creador, el periodista y abogado penalista Daniel Mendoza Leal. ¡Que verraco!   

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