BIDEN, PRESIDENT
Muchos daban por ganador
tanto allá como acá empezando, nada más y nada menos, que por el
ultraderechista Centro Democrático ¡que de “democrático” no tiene absolutamente
nada! al republicano, Donald Trump: una especie de basilisco incendiario capaz
de haber incitado al odio nacional y a la violencia generalizada a sus más
fieles súbditos neonazis americanos así haya salido limpio del tan
mediático impeachment que le inició el senado por esos hechos en su
condición de expresidente para que atropellaran, a diestra y siniestra, la
certificación de la victoria del entonces candidato presidencial por el Partido
Demócrata, Joe Biden, tomándose el capitolio americano como toda un movimiento guerrillero ”Yankee”.
A ese “hombre tempestad” que daban como “ganador” e irrefutable “refundador de la patria” en las pasadas elecciones celebradas en los Estados Unidos en noviembre de un para el olvido 2020 __por aquello de la crisis mundial a causa de la pandemia__, afortunadamente no salió vencedor, pues su mal vaticinada victoria hubiese significado su permanencia por cuatro años más en la Casa Blanca, es decir, hasta 2024, por la figura reeleccionista aún vigente y consagrada en la constitución política de ese país y la insistencia de una trivial tercera guerra mundial que, a rajatabla, dejó a pedacitos como piezas de rompecabeza denotándose que es un simple psicópata del poder muy al estilo de los malévolos caudillos políticos colombianos Laureano Gómez y Álvaro Uribe que no son como agua y el aceite sino sangre de su sangre desde la más recóndita corriente del fascismo.
Y ya que se hizo alusión a los caudillos “criollos”, podría asemejarse el panorama político del país del norte con Colombia en esta década: primero, por la reelección directa del republicano, George W. Bush (2001-2005 / 2005-2009) quién al igual que su copartidario “copetudo” anhelaba una tercera guerra mundial iniciándola en Oriente Medio __recuérdese la Invasión a Irak en 2003__ y la del demócrata, Barack Obama (2009-2013 / 2013-2017) quién pasará a la historia como el primer mandatario afrodescendiente que tuvo ese país (aunque pudo haber sido Martin Luther King de no haber caído asesinado); y lo segundo por una especie de “frentenacionalismo” en esa nación y la gobernanza alternada de los partidos políticos tradicionales añadiendo que, con la atronadora derrota del ya denominado ultra-republicano Trump, un demócrata como Joe Biden ahora estará al mando de los asuntos del Estado americano por cuatro años así su antecesor haya salido a amedrentar como es su costumbre con que volverá, cueste lo que cuente, a la Casa Blanca en 2024 incitando a una polarización política con el beneplácito de los sectores más radicales del Partido Republicano y su más fiel sequito de aduladores para iniciar dicha (mal) intención en 2022.
En la pasada elección
presidencial, la sociedad americana no se tragó el cuento entero del fantasma
del castrochavismo que acá en Colombia, por ejemplo, el señor de los 6.402
falsos positivos invoca con su característica fanfarronería cuando ve
asomándose con bastante fuerza a esa izquierda política que tanto detesta a
punto de tomar las riendas del Estado y que allá sí instauraron con sumo ahínco
pero sin buenos resultados para favorecer la reelección desde el mandato
popular tanto la campaña latina “trumpista” en el Estado de La Florida, integrada
en su mayoría por unos cuantos furibundos colombianos seguidores no de un tal “uribismo”
__porque eso ni siquiera representa una idea política__
sino del mismísimo caudillo santurrón, Álvaro Uribe, como los autodenominados
supremacistas blancos a favor del entonces presidente-candidato en su calidad
de representantes sectarios alzados en armas de una cada vez más despreciable
ultraderecha.
No: pese a su acérrimo conservadurismo como el de los alemanes, los americanos estallaron ante un homúnculo con ínfulas de político elegido en 2016 en su mayoría por una ciudadanía atraída por la campaña mediática en favor del entonces candidato republicano quién competía con la esposa del expresidente Bill Clinton __la demócrata, Hillary Clinton__, y la gravedad de una efímera política aislacionista a la que Trump estaba sometiendo al país (desde todos sus vértices), principalmente por los tratados comerciales con las demás naciones dominantes de un complejo tablero geopolítico y su desprecio por la vida al darle un manejo tan superficial a la situación social producto de la COVID-19.
Obviamente que ese conservadurismo acérrimo le apoyó sus posturas xenófobas más que todo contra los afrodescendientes y la comunidad homosexual. Y también contra los inmigrantes indocumentados a tal punto de proponer la construcción de un gran muro entre Estados Unidos y México, pero ya era hora de cambiarle el rumbo a esas posturas bajo el auspicio de un discurso ultranacionalista. Posturas que aún lo hacen ver como todo un nacista en su máximo esplendor.
Puede pensarse que el ahora presidente, Joe Biden, no la tendrá fácil con semejante opositor, pero desde los primeros días de su ya instaurado gobierno, a partir de 17 decretos o directivas presidenciales restableció ciertas políticas de carácter social que su ahora ya declarado adversario político echó a la caneca de la basura a manera de papelitos envueltos.
Entre los cartapacios firmados por Biden se encuentra la contención de la pandemia del coronavirus y en el reencuentro con la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la que tanto estigmatizó Trump; una política inmigratoria cuyo ítem principal es la suspensión de la construcción del muro fronterizo y el beneficio bajo el Estatus de Protección Temporal a unos 320.000 venezolanos asentados en territorio americano; nuevas medidas económicas en lo que respecta a alivios financieros para inquilinos y propietarios de bienes inmuebles y subsidios estudiantiles; una política trascendental sobre medio ambiente y cambio climático comenzando por el reintegro del país al “Acuerdo de París” que, en concepto de la Comunidad Europea, “establece un marco global para evitar un cambio climático peligroso manteniendo el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C y prosiguiendo los esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C. También aspira a reforzar la capacidad de los países para hacer frente a los efectos del cambio climático y a apoyarlos en sus esfuerzos” y unas reformas sociales bajo la denominada “Ley de Igualdad” respecto a la cuestión racial y la protección de la Comunidad LGBTIQ.
Aunque, técnicamente cuenta con la denominada mayoría parlamentaria para llevar a cabo sus propuestas en bienestar de los norteamericanos, es decir, 50 senadores y 221 representantes, no hay que echar en bolsa rota la principal novedad: la también elección de su vicepresidenta Kamala Harris quien, en la actualidad, también preside la Cámara Alta, es decir, el senado norteamericano y promete, desde ya, en convertirse en toda una personalidad mundial no solo por haberse convertido en la primera mujer en la historia política de los Estados Unidos en ocupar tan alto cargo sino por su liderazgo político en favor de la causa racial.
Tiene Biden en conjunto con su equipo de asesores encabezado por la vicepresidenta Harris la ardua tarea de recomponer la tan truncada democracia americana __por el efecto Trump__ y comenzar a mover el ajedrez político en la región latinoamericana, es decir, el andamiaje de un plan político respecto a cómo serán, a futuro, las relaciones bilaterales con Cuba, Venezuela y Colombia; y con México por esto del muro que mal inició la administración Trump. Y seguido de esto, las relaciones comerciales con Europa, por ejemplo, y la difícil tarea, también, de manejar las siempre tensiones que habrá con Oriente Medio (mediante bombardeos, claro está).
Y defenderse del derrocamiento que, a todas luces, desea el perverso Trump.
Coletilla 1. La fiscalía general de la Nación propiedad del señor Álvaro Uribe Vélez, a través de uno de sus tantos abogados de oficio adscritos al búnker (como Gabriel Jaimes), ha solicitado que se declare precluida la investigación que se le adelanta al propietario del chuzo por el tema del cartel de los falsos testigos. Por lo anterior, no me queda de otra que unirme al refrán que bien soltó la víctima reconocida dentro del proceso, el valiente senador, Iván Cepeda: “nos vemos ante un juez”.
Coletilla 2. Absurdamente, quieren extenderle el mandato al “Duque” Iván por dos años más. Si en tres no ha hecho un carajo, ¿cómo serán dos años más?
Comentarios
Publicar un comentario